Gracias a Dios, el tiempo que falta para el plebiscito puede contarse en horas. Quienes estamos hasta la coronilla de la verborragia, la tintarragia y la videorragia que sepultan el país bajo una capa de palabrería candente, sentimos que cada hora equivale a un día de vociferaciones, imposiciones, intolerancias y predicciones apocalípticas, cualquiera sea el segmento en que se esté matriculado: Sí, No, Quién sabe o No sé.
Los colombianos siempre hemos sido propensos a sectarizarnos por cualquier cosa, porque nos rasca el prurito de descalificar cuanto hacen o dicen otros. Pero lo que se vive estos días alcanzó una magnitud no vista desde los enfrentamientos entre godos y cachiporros.
Hoy, como ese entonces, no se tolera ni respeta la diversidad de opinión. No se está en desacuerdo con la idea ajena; se está en contra de quien la expresa. Hasta se llegó al extremo de clasificar como proguerrillos a quienes respaldarán el proceso de paz o proparacos a sus opositores y detractores.
Estos, por promover el No, cayeron en el Sí: si ellos pierden… si los otros ganan… si la Farc no cumple…si cumple… si Santos se avispa… si Uribe calla… si Pastrana espabila… Derogaron el Apocalipsis y jubilaron a Nostradamus, porque el Armagedón son ahora quienes preferirán respaldar un sueño, aunque no lo vean materializado, que morir con remordimiento por rechazar la posibilidad de ver el país libre de zozobras guerrilleras. Quizás la única.
Al otro lado de la brecha están quienes simplemente creen, pues por no tener la sensación de futuro en la nuca, no necesitan de la retórica del argumento. Mientras los de allá esgrimen imponderables para conservar presente el pretérito, estos se aferran a intangibles: el hastío con la violencia, el perdón y la ilusión. Nada más.
La promoción del No es más ruidosa, porque requiere de mucho esfuerzo para conquistar adeptos. Se llega incluso a invadir los antes medianamente apacibles ‘whatsapps’, con videos de personajes salidos de la nada, por ejemplo, pastores de iglesias de galpón que buscan las almas de los hombres en sus billeteras. Vienen sin ser llamados, a promover la violencia eterna, con una mezcla de mesianismo y sectarismo que envidiaría Trump.
Lo hace circular un conocido, cuya única dificultad en la vida es ver empañado el espejo de su baño, pero hace votos para que los menos favorecidos conserven las suyas. No contento con el ‘regalo’, días después tuvo la avilantez de mandar otro filme, en el cual un tipo vestido como paramilitar, que habla como paramilitar, con lenguaje paramilitar, pero no es paramilitar, trata como escorias a quienes no piensan como él y deja flotando una amenaza: podrían ser eventuales objetivos de quienes son como él.
Más allá de personajes oscuros y oportunistas, de peloteras y excesos; de desequilibrios, intolerancias y agresiones, hacía mucho tiempo no se vivía en Colombia un debate que a pocos deja indiferentes, así callen. Demuestra que la paz interesa a las mayorías y, más allá de su resultado, dejará a las colectividades los desafíos de hacerse sentir en causas que a todas atañen, en este caso, seguir o no en guerra, y aprender a defender sus puntos de vista sin necesidad de llevarse por delante a quienes piensan diferente. También es un aviso a políticos de toda calaña, que incapaces de atraer con ideas y propuestas sensatas, compran su vigencia pública con el dinero de todos.
Por desgracia, el lunes empezará otro debate, cómo modificar el pasado, promovido por quienes se resistirán a aceptar que quienes triunfen en las urnas no tienen por qué ser descalificados por los perdedores. Lo ideal sería que se debatiera sobre la manera de sacar el mejor partido del resultado del plebiscito, sin que dos simples monosílabos partan en dos todo un país.
Como están las cosas, desaparecerá primero la Farc en la política, que la habladera de m… por esa causa. Incluida esta columna.
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El arma bajo la manga: la hoy ‘pacífica’ Farc tendrá 180 días para desarmarse. Serán seis meses durante los cuales podría pasar de todo, incluso que entregue el arsenal. Se pregunta uno si, habiendo tanto en tantas manos y tantos pareceres, ¿cuál es la probabilidad de que no sea disparada ningún arma?
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