Cada día llegan noticias de refugiados en Europa: los inverosímiles barquichuelos en que miles de africanos cruzan el Mediterráneo, los naufragios y ahogamientos. Escenas dolorosas en los puestos fronterizos de Grecia y Serbia. O los campamentos de quienes lograron ‘coronar’ el Viejo Continente.
Las oleadas humanas son problema de orden público y causan inestabilidad política en los países europeos más ricos y estables. En Alemania estaba previsto acoger a 800 mil refugiados en 2015, es decir el 1% de su población nativa, y se calcula que las peticiones de asilo podrían ascender a 2,2 millones en 2017, con un costo estimado de 50 mil millones de euros, mientras la incorporación de asilados al mercado laboral será lenta, como advirtió un funcionario estatal: “Si todo va bien, quizás un 10% tendrá trabajo después de cinco años”.
La alteración de la relación numérica entre ‘locales’ y ‘forasteros’ cierra puertas y disminuye donaciones. Por ejemplo, al pueblito de Sumte, en la Baja Sajonia, con solo 102 habitantes, fueron asignados mil asilados.
En ese país hay un número creciente de jóvenes y niñas asiladas que son violadas y obligadas a prostituirse por inmigrantes masculinos. Todavía son noticia las agresiones sexuales contra cientos de ciudadanas alemanas por refugiados procedentes de África, Asia y Medio Oriente, el pasado 31 de diciembre. Ello está exacerbando la xenofobia en los europeos y el surgimiento de grupos de extrema derecha, como el que el pasado 10 de enero agredió en Colonia a seis paquistaníes, en represalia por esos actos.
Los carteles de bienvenida son sustituidos por pancartas que dicen: “Refugiados, no son bienvenidos”. O por uno visto en una manifestación de mujeres: “No significa no. ¡Lejos de nuestros cuerpos!”.
El gobierno debió endurecer las normas migratorias. Los asilados solo tendrán un año de asilo, en lugar de los tres otorgados en principio, y no tendrán derecho a reunirse con sus familias, por calcularse que los 800 mil refugiados atraerían a cerca de siete u ocho millones de parientes.
Si en Alemania llueve, en Escandinavia no escampa. En Suecia, donde la caída de un muchachito de su bicicleta era titular de primera página, fue asesinada una funcionaria estatal por un inmigrante menor de edad. Así, el viernes pasado un centenar de enmascarados atacó en Estocolmo a personas de apariencia extranjera y distribuyeron un folleto que incita a dar “a los niños norteafricanos el castigo que se merecen”. Sin contar albergues incendiados y enfrentamientos entre comunidades.
“El país cambió mucho. Era un lugar tranquilo y ahora lo único que oímos son historias de violencia”, es lamento común. Por eso, el gobierno sueco expulsará a unas 60 mil personas, de las 250 mil que llegaron los dos recientes años.
En Dinamarca, el parlamento autorizó hace una semana a confiscar objetos de valor a los refugiados, para pagar su estancia. La llamada ‘Ley de las joyas’ solo les permite tener 1.340 euros.
Estos enormes desplazamientos, con sus secuelas de desarraigo, tragedias humanas, catástrofes culturales y emergencias económicas son atribuidos a problemas políticos y religiosos. Es solo lo que se ve. Las reales causas están en la inmensa sobrepoblación, que reduce espacios y agota recursos. Se lucha por lo poco que hay, en favor de quienes hablan, creen, comen y viven como uno, rechazando a los diferentes.
De seguir las cosas como van, el siguiente paso será la proliferación de los genocidios. Ya se comenzó con los que se cometen contra naciones sin patria reconocida: turcos e iraquíes contra los kurdos, por ser étnicamente distintos; israelíes contra palestinos, étnica y culturalmente iguales, por el territorio que pertenece a ambos. A la minoría yazidí la persiguen los yihadistas del Estado Islámico, por no compartir ideología. Y los hay en Birmania, Nigeria y Sudán, etcétera.
En Colombia todo parece lejano, porque ya se olvidaron las oleadas de campesinos desplazados de hace una década. Por eso nadie se prepara para lo que viene: si Venezuela colapsa, como va a colapsar, las fronteras comunes semejarán las de Grecia y Serbia.
Y si no colapsa, la eventual desmovilización de la guerrilla provocará movimientos de población, de previsibles consecuencias. Cada pueblo tiene asignada una cuota de reinsertados, que ya empezaron a llegar, los cuales causan los mismos problemas que padecen en Europa, pero aquí no hacen nada por acogerlos ni por contenerlos. Cercano está el día…
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