Andrés Felipe Betancourth López
Hace un par de días se celebró en el país una jornada de movilización en contra del maltrato contra las mujeres, reconocida internacionalmente como la campaña del “Lazo Blanco”. En consonancia, la Organización de las Naciones Unidas invitó a extender la reflexión y las acciones reivindicativas hasta mediados del mes de diciembre, consideradas las dimensiones de la problemática.
Jornadas de este tipo son fundamentales, pero hay que advertir el riesgo que ocurra lo mismo que con acciones como el “Día sin Carro”. En muchas ciudades, las restricciones de algunas horas no se traducen en disminuciones estructurales de las emisiones ni en reflexiones individuales y colectivas sobre la responsabilidad ambiental, la eficiencia de la movilidad y el egoísmo, que está detrás de la mayor parte de los problemas ambientales.
Tener un día para reflexionar sobre la violencia contra las mujeres es similar a celebrar en el primer semestre del año el “Día de la Mujer”: Indispensable pero no suficiente. Es clave poner en evidencia las graves y sistemáticas prácticas de violencia contra las mujeres, pero más allá de las jornadas de movilización se necesita reconocer que no solo quienes mueren o son heridas están sufriendo los efectos de la violencia.
No se debe desalentar la movilización, y tampoco la entrega de rosas o chocolates, pero lo significativo debe ser pagar lo justo por el trabajo, garantizar condiciones de equidad en la competencia por cargos, reconocer el derecho a la libre determinación, asumir las responsabilidades compartidas en las funciones familiares, entre muchas otras reivindicaciones que no deben contarse como luchas del feminismo sino simplemente como reconocimiento de racionalidad y justicia.
En la mayoría de los casos de violencia intrafamiliar, por ejemplo, antes que los golpes o las heridas está la condición de supremacía establecida por el hombre, si piensa que la mujer es inferior en calidad, sea por la diferencia en cuanto a fuerza física, por el nivel de formación, por la dependencia económica o por cualquier condición, legitimada en ocasiones por las mujeres mismas.
Aunque puede sonar exagerado, entenderse como diferentes en dignidad, es casi como matar, o al menos sirve como justificación. Todo aquel que se considere inferior, irracional, poca cosa en general, se reconoce como de menor dignidad. Ocurre con los animales, por ejemplo. Y lo que sea de menor dignidad que un ser humano es susceptible de perder la vida a manos de un ser humano, supremo determinador en el gobierno de la naturaleza.
Reitero que puede parecer exagerado, pero la prevalencia de la violencia de los hombres contra las mujeres sigue escondiendo una condición de diferencia en cuanto a dignidad como seres humanos, iguales y solidarios en derecho, por encima de las diferencias de su propia naturaleza.
Lamentablemente, en el caso de Manizales la celebración de la jornada del “Lazo Blanco” tuvo como referente el reciente asesinato de una joven profesional, víctima no solo de una agresión sino además de los arraigados y sistemáticos desconocimientos de la dignidad de las mujeres como seres humanos en su pleno sentido de libertad y determinación.
Nuestras acciones tienen que ser estructurales y superiores a las acciones reivindicativas en el marco de las conmemoraciones, lo cual no debe suprimir el sentido de la conmemoración del “Lazo Blanco”, que es el compromiso personal que debemos asumir los hombres de no cometer, permitir, aceptar ni silenciar acto alguno de violencia contra las mujeres.
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