Desde la semana anterior, las noticias sobre el escándalo de corrupción en la FIFA no han hecho más que ratificar lo que se rumoraba y presumía alrededor de una entidad que más que una actividad deportiva, agencia todo un fenómeno de espectáculo y mercadeo, y valga decir que en ese frente, ha hecho bien su tarea.
Aunque algunos no seamos partidarios del intervencionismo, merece celebrarse que la justicia de los Estados Unidos decidiera intervenir en la manera como se trafica con influencias y con cuantiosos recursos públicos y privados, que a su vez ayudan a corromper la institucionalidad pública y privada de tantos países donde el fútbol es, no solo el deporte de las mayorías, sino además toda una industria.
Lamentablemente, las evidencias de corrupción en el mundo del fútbol no se limitan al escándalo de la FIFA. En Colombia, desde los equipos más competitivos de la década de los 80 hasta pequeñas escuelas de fútbol han sido permeadas por dineros del narcotráfico, por influencias de políticos regionales, por "empresarios" y agentes que juegan con las expectativas de familias enteras, por incidencia de los apostadores, compra de resultados, entre otras cuantas acciones ilegales que no hacen ningún provecho al progreso de la actividad.
Pero lo que estamos viendo no es solo producto de la ilegalidad y de la acción delictiva. Muchas acciones alrededor del fútbol no merecen ser catalogadas como delito, pero sí encierran circunstancias "extra-deportivas" que están transformando el espíritu deportivo en toda suerte de manipulaciones con infortunadas consecuencias. No es coincidencia que la franja televisiva haya abierto tan amplios espacios a la transmisión (y continua repetición) de los torneos nacionales de fútbol profesional, y no solo deja de ser coincidencia por el lucrativo negocio que representa, sino además porque el dueño del torneo es el mismo dueño del canal que más horas de televisión asigna y además el dueño de la empresa que patrocina a buena parte de los equipos, especialmente a los que suelen terminar como campeones. No estoy poniendo en tela de juicio el mérito de quienes ganan los torneos, sino señalando que el cambio de la importancia relativa que ha tenido el fútbol en los últimos 20 años no es porque sea más profesional sino más comercial.
Y yo, como aficionado, confieso que me entusiasma tanto como a la mayoría el buen desempeño que tienen nuestros futbolistas y su reconocimiento en el resto del mundo. Pero a pesar de ello siempre he lamentado que un deporte tenga la mayor proporción de la difusión mediática y del patrocinio (privado y público), cuando deportes como el boxeo, el patinaje, la gimnasia, el ciclismo y otros que sí nos han dado campeones mundiales, apenas subsistan con el esfuerzo de los propios deportistas, sus familias o sus entrenadores, que hasta tienen que poner de sus recursos para mantenerse activos y en competencia.
Si en Colombia el fútbol acapara gran parte de la atención y la inversión no es porque nos haya dado mayores logros y figuración internacional, es porque algunos han logrado posicionarlo como negocio y han amasado con él grandes fortunas. Lo lamentable del hecho es que como toda acumulación, se logra a expensas de muchos que en el camino son explotados como deportistas y muchísimos más que somos cautivados como espectadores. Gozamos del entusiasmo que nos producen los 90 minutos de juego, pero deberíamos lamentar que atrás de ellos persistan algunas acciones ilegales y otras indignas.
Pero no ocurre solo con el fútbol, también hay manos oscuras en otros deportes. Y tampoco ocurre solo con el deporte, ocurre con todo lo que se mediatiza y se convierte en fenómeno comercial, sacrificando la esencia en virtud del producto que se consume. La música, las artes escénicas, el cine, la literatura, también han sido víctimas, y muchos de los creadores que las sustentan en su esencia, lo hacen en total desamparo de la institucionalidad y del público. En contraste, y también por influencia mediática y comercial, la producción musical de Diomedes Díaz, adquirida por el mismo grupo empresarial que patrocina el fútbol en Colombia, va camino a ser declarada patrimonio cultural de Colombia. Tampoco ahí hay sorpresas.
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