Contaba un viejo ermitaño: Tengo mucho que hacer. Entonces le preguntaron: ¿Cómo estás con tanto trabajo?
Bueno, debo domar dos halcones, entrenar dos águilas, educar dos peces, vigilar una serpiente, manejar un asno y someter un león.
Los dos halcones se lanzan sobre lo que ven, bueno o malo, y los controlo para que elijan lo positivo. Son mis ojos.
Las dos águilas pueden herir y destrozar; las entreno para que solo sirvan y ayuden con amor. Son mis manos.
Los peces quieren ir donde les plazca y esquivar lo difícil. Les enseño a ir donde es y a no evadir los aprendizajes. Son mis pies.
Lo más difícil es vigilar la serpiente lista para morder y envenenar. La vigilo para que actúe bien. Es la lengua.
El asno es obstinado, no quiere cumplir con su deber o rehuye la carga de cada día. Es mi cuerpo.
Finalmente necesito domar al león; se ve como un Rey y quiere ser siempre el primero cegado, por su orgullo. Es mi Ego soberbio.
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