Hace muchos años un ser angustiado y sin ganas de vivir visitó en su monasterio a un sabio abad.
Este lo escuchó un largo rato, lo observó atentamente y le dijo con amorosa compasión:
Te escucho y veo que tú mismo has creado tu propia prisión, acaso sin ser consciente de ello.
Paso a paso te has ido aislando, no cuidas tus relaciones, no te ocupas y tampoco disfrutas lo mejor de la vida.
¿Cómo quieres estar bien solo, inactivo, sin ganas de nada y cautivo en el calabozo de la apatía?
Tu mal no está en la edad, está en tu actitud negativa y quejumbrosa, está en vegetar muerto en vida.
Mira a tu alrededor y verás ciegos felices, pobres sin lamentos, lisiados contentos y enfermos que aman la existencia.
Comienza a hacer cosas sin ganas, sal de tu concha, ámate y ama. Poco a poco elige enamorarte de la vida.
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