Había una vez un hermoso campo con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: No estaba contento con lo que era.
Lo que te falta es quererte, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas; es fácil.
No, exigía el rosal, es mejor tener rosas y ¿Ves qué bellas son?". El árbol intentaba lo que le sugerían y se sentía cada día más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves y al ver la desesperación del árbol, exclamó:
Calma, tu problema es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra a los que llamamos los humanos. Yo te daré la solución.
No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Acéptate, ámate, sé tú mismo y todo estará bien.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo, y fue admirado y respetado por todos en ese hermoso terreno.
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