Un hábito se crea por repetición y, cuando ya es fuerte, es tu dueño, te sigue como tu sombra y te domina.
En realidad tú eres tus hábitos, porque tu conducta depende de ellos, sean liberadores o bloqueadores.
Solo mira a un ególatra, un ebrio o un adicto y verás claro el superlativo poder de los hábitos en la vida.
Al inicio un acto es como un hilo de telaraña, con la repetición nace una actitud que es como un cable de acero.
Lo grave es que el que inicia con algo nefasto no alcanza a medir a qué estado deplorable llegará.
Hoy es un cigarrillo al día, en una semana son dos, en meses una cajetilla, en años dos, y ya eres una marioneta del mal hábito.
Sé consciente, pues, de las consecuencias de tus actos ya que con repetición crearás un hábito o una actitud.
La misma ley funciona para el hábito de meter coca o de relajarte y meditar. Tú creas tu propio destino.
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