En su cuento ‘Una sola sombra’ se ve que el recién fallecido escritor Fernando Soto Aparicio no acepta el Dios de los credos. Dijo una vez:
“Siempre he estado de pelea con Dios. Bueno, no con él, con esa figura que se inventó la Iglesia: Un dios castigador y vengativo. El mío está dentro de mí, no salgo a la calle si no es con él”.
Pregunta: ¿Cuántos pelean con el dios de las religiones? ¿Cuántos son ateos ante un Dios que no es el verdadero?
En mi servicio atiendo casi un duelo por día y 9 de 10 llegan bravos con el dios que les quitó a su ser amado.
Sin generalizar, ¿Por qué tantos que estudian con curas o monjas son los que menos practican la religión?
He ahí un buen interrogante para ver si las iglesias, todas, se cuestionan sobre la fe que transmiten.
Algo similar a lo de Fernando expresa Piedad Bonnet en su libro “Lo que no tiene nombre” ante la muerte de su hijo.
Las religiones, como humanas que son, tienen oro y plomo. ¡Qué bueno que revaluaran la imagen que presentan de Dios!
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