Así pensaba y vivía Santa Teresa de Jesús, una sabia Guía Espiritual que nos enseña a amar a Dios con todo el ser:
Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos.
La oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor.
Dios no fuerza nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da del todo hasta que nos damos del todo.
Quizás no sabemos qué es amar, porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear en todo a Dios.
Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió.
No hay que menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí.
Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno lo dan.
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