La vida y el amor tienen muchos enemigos y uno de los más letales es el desaliento.
Es un duende que solo se esfuma si cultivas una fe irreductible y te sientes en comunión con Dios.
Cuando pones la felicidad fuera de ti mismo, fácilmente te quedas un día sin motivos para continuar.
Pero nada te derriba cuando estás en paz y tu felicidad no depende de nada externo a ti.
Una pena o una ruptura pueden debilitarte, pero nada apaga el fuego de una fe firme y un amor sincero.
El sol brilla detrás de las nubes si aprecias todo lo bello y te concentras solo en lo positivo.
Cree en Dios, cree en ti, y tu alma no se hundirá sin remedio en el océano del desaliento.
Descansa en Dios tus afanes, haz lo que puedes y deja actuar al Padre. Él nunca te abandona.
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