Esta expresión hizo carrera en los tiempos del presidente Belisario Betancur, para significar lo posible que es avanzar, progresar, alcanzar metas incluso difíciles, con abnegación y compromiso, al servicio del bien común. Solemos quedar mediatizados por la avalancha de informaciones negativas y trágicas, derramadas sin clemencia alguna, por los medios de comunicación. Y no dejamos de desear cómo sería de diferente la vida en sociedad si resaltáramos, con primacía, tantas cosas buenas que ocurren en las personas, en grupos y en colectivos muy amplios, asimilables como emblemáticas, referentes para motivar y asumir tareas, con sentido de esperanza, sin desfallecer en compromisos y labores, y capacidad de autocrítica.
Tuve la fortuna de pertenecer, reciente, al jurado del “Premio cívico por una Manizales mejor”, convocado por “Manizales cómo vamos”, realizado con base en experiencias tenidas en Bogotá, Barranquilla, Buenaventura, entre otras, con la tutoría de la “Fundación Corona” y organizaciones similares. Con la singularidad de haberse presentado en Manizales 150 postulantes mientras en Bogotá, con más de ocho millones de habitantes, se presentaron 80, en su momento. Esto dice bien del semillero de entes emprendedores, muchos de ellos en sectores populares, que congregan jóvenes con capacidad creativa (de “innovación” dicen ahora), de altruismo y liderazgo, profesionales y estudiantes universitarios, al margen de proselitismo alguno, comprometidos en formar nuevas generaciones en las cualidades del respeto, el afecto, la solidaridad, el diálogo-debate, para afrontar problemas y encontrar soluciones en común. Encontramos los más variados recursos, con capacidad de congregación: el deporte (en especial el fútbol), las expresiones culturales, con música y teatro, el trabajo en huerta casera, producción y mercadeo agroecológico, la actividad de jardín infantil de modalidad creativa, las campañas de prevención al maltrato infantil, los comedores caritativos, mujeres productoras de café...
De las postulaciones se preseleccionaron 15, las cuales fueron motivo de los jurados para la escogencia de ganadores, cuyo resultado se dará a conocer a principios de septiembre. De conjunto, las organizaciones participantes se han beneficiado de convocatorias para recibir asistencia y motivación, y en especial las finalistas tendrán acompañamiento para mejorar condiciones de organización y de trabajo, en busca de ser replicadas e incrementar los impactos sociales.
Un problema observado en comunas como San José y El Solferino fue la existencia de “fronteras invisibles” que hacen de alto riesgo el paso de jóvenes de un sector a otro. Pero en esos lugares muchachas y muchachos organizados, se aplican para recuperar conductas, con resultados significativos, como en un caso de haberse congregado a jóvenes adictos, recuperados con labor comunitaria, vinculados al trabajo por la oportuna comprensión de importante industria.
Estimulante conocer y valorar organizaciones que en nuestra ciudad han ido teniendo liderazgo bienhechor: “Manizales Más”, “Manizales cómo vamos”, “Cámara de Comercio”, con la batuta de mujeres jóvenes, formadas en lo profesional y laboriosas en sintonía, entre ellas y con los problemas y bondades de la ciudad, sin caer en confrontaciones inútiles y siendo respetadas por sectores políticos, gubernamentales y empresariales, sin sumisión a capilla alguna. Agregan otras entidades como “Fundación Lúker”, “Estoy con Manizales”, el sistema universitario SUMA, y las fundaciones y corporaciones independientes forjadas con tenacidad y precarios recursos, modeladas con la gente.
Al haber estado cerca de esas organizaciones, en diálogo, y haber estudiado sus trayectorias y propósitos, el ánimo se refresca en el espíritu y se afianza el sentido de esperanza por un futuro mejor para todos. Por supuesto que hace falta mucho camino, y más compromisos de instituciones privadas y públicas, abiertas a la comprensión en las diferencias y solidarias con quienes hacen trabajo social, sin marca alguna de partido o credo. Hay un despertar laico, espontáneo, abierto, congregante, sin rechazo a las confesiones. Lo que suma, suma.
En una de las visitas, uno de los líderes dijo: “No podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar mundos”. Y el ejemplo estuvo dado por adultos que comenzaron de niños a ser inducidos por la lectura, el diálogo, las manualidades, el deporte, salidos de nada, y hoy personas formadas, apasionadas de la vida, copartícipes de las acciones de mejoramiento en la comunidad, multiplicadoras, para esperados cambios mayores, de impacto en la reconducción del camino. Se trata de ir de lo particular a lo general, de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo. Con humildad, austeridad y persistencia: ¡Sí se puede!
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