Recursos del fuego o del agua, o de la tierra, propician la salutación de los senderos abiertos al continente-de-las-esperas, y circunscritos a los bosques de montaña alta. Son recursos aquellos de los humedales ensombrecidos por la tiranía de manos, en busca de un presente sin mañana. La eternidad del instante sobrecoge a las ninfas y a los condumios de la osadía.
Forestales encuentros en la planicie de los días hacen más fértiles los besos, en contravía del deseo, y permiten que aves proclamen su encanto con la independencia de las aguas en proceso de emancipación. Bosques regulan el comportamiento de las especies, sujetas al ambiente ambiguo, no entrado en años, sino prendido del destino y su sombra.
Complacido el mundo reverdece la sonrisa con apuestas en lo insólito de costumbres, que van desde lo insípido hasta lo truculento. El maderamen de la contienda yergue las voces de los derrotados, para apaciguar la nostalgia en los advenedizos seguidores de a pie, ateridos en el verde rubor de campos inundados por la ciudad.
Contingencia en los saberes ignorados la emprende con los hechizos de fortuna sin-ton-ni-son, y aprovecha el vacío en los poderes terrenales para hacer-de-las-suyas en campos de vacío, con ponderación de arrebato. Los tiempos se suceden por el azar de las contingencias, y los ministriles.
Pisos con soporte de brigadas en desafuero, componen los rasgos de un paisaje no bucólico, provisto de abstracciones en los deseos, confundidas con nubes. Peregrinos hacen vitales aquellos lugares antes desprotegidos de la infamia, heredada de simientes extrañas, divagantes en canales misteriosos de la historia. El soporte de la vida encuentra piso en la meditación de los paisajes más recónditos.
Rutilan las palabras en la cortesía del adiós, con plumas y acentos engolados, nada parecido a las rutinas de los días, y nada acumulable en la conciencia. El ritual se contrapone a la sonrisa en los cuadros de Velásquez, por puro parecido a la paleta en su labor. Acometida de miradas a contraluz, en medio de sombras proyectadas en el lugar de las pasiones esquivas.
En el campo, el sonido del aire, de los pájaros, y el murmullo del silencio, hacen gozos en el espíritu del peregrino. Calcinada misión de la concordia aviva la ley de los opuestos, y hace gorgoteos en la quietud de las ramas. Pensar en el decir, es la infamia en procesos de carrera hacia lo indescifrable del tiempo. Y en la penuria de las palabras, flores regocijan la vida.
La escondida flor de sonoridad escarlata, enseña los atributos despojados de solemnidad, y proclama la armonía en el silencio de los montes. Roto el equilibrio se regresa a la turbia mirada, con la cizaña de los malolientes tiranos de la sequedad. Y se hace tarde para el despeje de las conciencias, recostadas en la ingratitud. La palabra es el silencio sordo.
El suspiro en actitud confusa, da respiro a los momentos de tensión en días con las estrellas en solaz, cuando se hace ripio el alebreste de multitudes a la saga. Con la actitud de seres en celo se busca refugio en planicies o bosques de quejumbrosa quietud, con diferencias encumbradas en nubes de evasiva comprensión.
Rugido de suertes en bosques de niebla, entrelaza el sonido de mediaciones sensatas, al igual que busca el candor de árboles sumidos en las entrañas beneficiosas del olvido. Lugares hay todavía para el encuentro inefable de caricias, con el viento susurrante en el corazón de seres esquivos para el placer de las cosas sagradas, en las entrañas del mundo de lo exótico.
Las conjeturas le apuestan a la vida, con señales de rutina desabrida en el propósito de hilos conductores, por el silencio en la soledad de las decisiones. Ritmos de cosas desvanecidas entretienen el haber de los peregrinos que buscan comodidad para el pensamiento. Entretanto, el Sol aclimata el deseo del aire, en su paso por el bosque.
Pasiones en el continente-de-las-esperas despiertan la llanura de cuanto ha ocurrido desde los tiempos de aparición del mundo, para delatar la historia de las cosas más cercanas a la fuente de los manantiales. La pasión es un decir de lo que subyace en lo entretenido de miradas y labios, a expensas del nombre dado a los momentos, o a las situaciones. El contenido está por el sarcasmo o por la risa burlona.
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