Durante trece años he tratado, en mi "Cátedra Aleph" de la UN, de propiciar diálogos entre la ciencia, el arte y la literatura, con estudiantes congregados de diferentes programas curriculares. La experiencia ha sido grata. La motivación principal está en ser un espacio de libertad, donde se estimulan la conversación informada y la correcta escritura, con el intercambio de opiniones o pareceres, bajo la premisa ineludible del respeto en las diferencias.
En el semestre académico que acaba de concluir examinamos aspectos del grueso tema "Educación, literatura y pensamiento", con soporte en tres libros: "El valor de educar" de Fernando Savater, "La caverna" de José Saramago y "El credo del hombre libre y otros ensayos" de Bertrand Russell. Como suele ocurrir, comenzamos con la lectura e interpretación de "El Aleph" de Jorge-Luis Borges, en especie de poner en escena el método de trabajo. Un relato complejo, culterano y con palabras de uso infrecuente, pero en número significativo estudiantes lo abordaron para explorar en sentidos. También con la idea de justificar el por qué la Cátedra tiene ese nombre, en correspondencia con la Revista de la cual surge. La historia devela un amor imposible y el irónico tratamiento hacia una descripción ‘poética’ del mundo y sus detalles, en reto infinito de imposible cumplimiento. Y en el centro está la fascinación con el descubrimiento de ese punto que es todos los puntos, denominado "Aleph", el cual Borges aprecia en una sincronía radiante y la describe en los destellos de mayor asombro. Para concluir que la Cátedra es esa especie de lugar donde se conjugan visiones del más diverso origen, relacionadas con la ciencia, el arte y la literatura, no ajenas a la vida en sus alegrías y sinsabores.
Aproximación que llevó, por ejemplo a la estudiante Mayecxiliana Cárdenas, a decir: "el cuento ‘El Aleph’ representa un cierto infinito matemático, pero no cualquiera… Despertó en mí un sentimiento de empatía, lástima y compasión. En el primer instante de intentar concebir el infinito entramos en un pequeño y deslumbrante paraíso, pero el instante siguiente nos envía directo al infierno, al percibir la finitud, con la incapacidad de comprender ese infinito más grande que nosotros, lo que conduce de manera irremediable a una terrible angustia".
En Fernando Savater encontramos el criterio de ser la educación el más humano y humanizador de los empeños, con el llamado a aprender de otros, con los otros, a partir de la comprensión de la realidad de nuestros semejantes y la necesidad de enseñar el uso responsable de la libertad. Libertad entendida –también lo aprendimos de Savater- como la conquista de "autonomía simbólica" con posibilidades de elegir y de innovar, pero como partícipes de la comunidad. Con otro conocimiento sustantivo: "lo absolutamente respetable son las personas, no sus opiniones", pero aceptando el derecho a que las opiniones sean escuchadas y discutidas.
Se introdujo el estudio de la novela "La caverna" de Saramago con el análisis de la "Alegoría de la caverna" de Platón, contenida en el libro VII de la "República", en la cual descubrimos sombras de realidades, y realidades en las sombras, con posibilidades de acceder al mundo inteligible y a las nociones de verdad y de bien, en conexión con las comprensiones diferenciadas de Heráclito (imaginación y creencia) y de Parménides (pensamiento y razón).
En la novela de Saramago se escudriñó la analogía con el texto de Platón, con el sentido de considerarse a los centros comerciales como cavernas de los nuevos tiempos, sumida la sociedad en ellas con el atractor del consumismo, representado en expresiones como esta: "Venderíamos todo cuanto usted necesitara si no prefiriésemos que usted necesitase lo que tenemos para venderle". Indagamos en aquella la manifestación de formas de pensamiento, con sabiduría palpitante como al decir: "Buena verdad es que ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez puede lo que sabe". Con sentido metafórico en: "Se dice que cada persona es una isla, y no es cierto, cada persona es un silencio".
En la parte final nos ocupamos de Bertrand Russell y su libro indicado arriba. El ensayo con el bello título "El peregrinaje de la vida" fue motivo principal de estudio, en el cual dilucida aspectos esenciales en las personas y en la sociedad. La alumna Wanda-Xiomara Matta dijo: "El amor, a mi juicio, es el elemento que encierra la vida del gran pensador Bertrand Russell…" .
Esta nueva experiencia en la Cátedra me deja sensaciones de alegría y de reiterada firmeza en el método de la "escuela activa". La palabra en diálogo es el camino, para convalidar la vida y para avizorar horizontes de labor esperanzada, con sumatoria de voluntades y de esfuerzos.
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