La expresión "cultura" se ha restringido a formas de difusión en áreas distintas a los contenidos de los planes de estudio, y son ellas las que deberían integrar la atmósfera favorable, estimulante, para el desempeño cabal de las funciones primarias de la universidad. De manera genérica y clásica, diríamos: el humanismo. Hay un ejemplo singular de hacer memoria, cuando Marta Traba (1923 – 1983) dirigió la extensión cultural en la Universidad Nacional de Colombia, en los años 1966 y 1967 (mis dos últimos años de estudiante de ingeniería civil), con inteligencia, fervor y actividad febril. Experiencia que ella sistematizó en ponencia presentada en México en 1972, en la "2ª Conferencia Latinoamericana de difusión cultural y extensión universitaria", con elementos dignos de considerarse hoy para revisar lo que se hace en esos campos, en ocasiones con disparos al vacío. Además, para aclimatar la manera comprensiva de abordar las actitudes cambiantes de los jóvenes, de acuerdo con las circunstancias históricas. Y para intentar comprender las predilecciones de ellos, merecedoras de estimular y de promover en los ámbitos institucionales, con eco en la sociedad.
Marta Traba desarrolla, con soberbia capacidad de análisis y recursos teóricos de admirar, su tesis al considerar que las formas tradicionales de comunicación cultural están en plena quiebra entre los estudiantes, como receptores. Tesis que también puede estimarse válida para estos tiempos. Con base en su experiencia apreció como extinguidas ciertas formas de la actividad cultural, en virtud de la poca asistencia. Sin embargo, considera que es una situación de indagar con mayor cuidado, también para identificar preferencias, sin hacernos ilusiones. El jazz, para su tiempo, alcanzaba veinte veces más asistencia que un curso sobre música culta, mientras que un "happening" y una actuación de teatro de vanguardia superaban con bastante amplitud la asistencia a una exposición de artes plásticas de expresión moderna.
En su manera de examinar aquella aplicación, identifica que se da entre los estudiantes una preferencia por lo sensorial, por encima de lo racional, con disolución de estructuras culturales tradicionales. Con penetrante sentido asimila que esa situación se da por cambio de cierto tipo de atención ante un estímulo cultural, pero sin que sea fundamental en la actitud. Cuestión de tomar en cuenta por los planificadores culturales, quienes suelen estar a tremenda distancia de las necesidades y preferencias de los estudiantes. Se necesita, entonces, disponer de condición serena, reflexiva y abierta, acerca de las diferencias para elaborar planes y programas que comprometan a los jóvenes de la Universidad.
Hay rigidez en los planificadores culturales, con acogida de modelos sin revisión crítica, alejados de los intereses y de la sensibilidad de los universitarios. Sería indispensable cambiar de actitud, con capacidad de percibir lo diferente, lo distinto, y de interpretar manifestaciones, para reconducir procesos que involucren a la muchachada de manera participativa en las programaciones. Hay sensaciones de percibir e interpretar, con visión de entender y asimilar deseos con oportunidades de acción constructiva. Para Marta Traba lo más importante es aceptar que se dan nuevos patrones de belleza, estilo y gusto, en virtud de las cambiantes circunstancias y épocas, con desafíos para asumir a plenitud el pluralismo y diseñar actividades concordantes con esa situación. Asimismo, es necesario aceptar que los jóvenes disponen de apreciación diferente, con métodos distintos a los que hemos dispuesto los mayores.
En la ponencia que motiva esta columna, Marta Traba relata un contraste de actitudes, en aquellos años sesenta. Gran número de estudiantes protestaron en una ocasión frente al Museo de Arte Moderno contra una exposición de esculturas, por considerarlas "exclusivistas, aristocráticas e ilegibles para el pueblo". Pero los mismos estudiantes estuvieron al día siguiente en el Teatro Colón, lelos y asombrados, en la presentación de unas tragedias griegas, con actuación del grupo de teatro "Piraikon" de Atenas, en lengua que ellos desconocían. Contraste que Marta Traba estimó de oportunidad para preguntarse por los motivos ocultos que determinan conductas contrastadas como la vivida por ella, cuando regentaba los destinos culturales de la UN.
La Universidad, en especial la Universidad Nacional de Colombia como emblemática del Estado, no puede estar al margen de esas oportunidades. En ella debe concentrarse lo más destacado de la intelectualidad, como sector pensante y crítico, portador del humanismo, para ayudar a conducir oportunidades de país, en concordancia con tendencias latinoamericanas, y en general internacionales, abiertas a cambios saludables, con bandera blanca.
La inolvidable, genial y gran Marta Traba estaría hoy gozosa trabajando con esa juventud dispuesta a encontrar camino, con pasos de experiencias acumuladas por generaciones y visión de futuro mejor para todos, al margen de ideologías, religiones, sectas, partidos…
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