La revista El Malpensante publicó una interesante entrevista con Carlos Vidales (1939), el hijo del mítico autor de Suenan timbres, Luis Vidales, en la que se revelan episodios de la historia secreta de Colombia, a través de dos vidas marcadas por la rebeldía, padre e hijo, que dotados de una gran inteligencia y talento, tuvieron que huir a salto de mata del país y vivir en exilios exteriores e interiores.
Luis Vidales (1900-1990), gran amigo de juventud del presidente liberal Alberto Lleras Camargo, de su malogrado copartidario Jorge Eliécer Gaitán y de todos los miembros de la generación de Los Nuevos, a la que pertenecían Jorge Zalamea y otros, escribió en 1926 uno de los libros clásicos de la poesía colombiana, Suenan timbres, celebrado entonces por todos los vanguardistas del continente.
En la entrevista, Las múltiples vidas de 2 Vidales, de Freddy Yezzed y Andrea Pinzón, ilustrada con excelentes fotografías en blanco y negro de la época, vemos a la generación de Los Nuevos en pleno, en la idílica Bogotá bucólica de los tiempos de entreguerras, en los años esperanzadores de cambio en Colombia, antes de que se desencadenaran para siempre los heraldos negros de la violencia traídos por el retorno al poder del régimen conservador y el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Todos ellos sin distingos fueron llamados a destacarse en la historia de Colombia, Lleras Camargo, como presidente dos veces y secretario general de la OEA y Jorge Zalamea, como figura literaria de rango mundial, cuya influencia sobre los principales escritores de Colombia fue y sigue siendo muy marcada.
Luis Vidales fue testigo de todos los episodios de la historia colombiana del siglo XX, en especial las jornadas del 9 de abril, sobre las que escribió, y amenazado por la ominosa bota del gobierno interino de Roberto Urdaneta y sus chulavitas tuvo que huir al exilio en Chile, donde compartió con el gran Pablo Neruda y su discípulo Salvador Allende, futuro presidente y protagonista de una de las tragedias más lamentables de la historia latinoamericana.
Al regresar a Colombia, Luis Vidales, ya anciano, habría de vivir también en carne propia los tiempos de la represión, al ser detenido por el régimen colombiano de Julio César Turbay Ayala, no solo por sospechoso desde siempre por sus ideas políticas izquierdistas, sino a causa de ser el padre del díscolo Carlos, entonces joven dirigente del recién fundado movimiento insurgente M-19, brazo armado del rojaspinillismo.
En la entrevista de El Malpensante, el hijo cuenta inéditos aspectos de su infancia, durante la cual conoció a grandes figuras de la política colombiana, en el mundo algo parroquial de la Bogotá de aquella época de los años 30 y 40, donde todos se conocían y era probable que derechistas ilustrados como Laureano Gómez, Silvio Villegas y Gilberto Alzate Avendaño pudieran coincidir en tertulias con los comunistas Luis Vidales, Gerardo Molina, Antonio García o Gilberto Vieira para hablar de literatura, en una especie de "tregua" intelectual entre élites pensantes colombianas, cuando todavía eran pensantes, lo que hoy no ocurre por desgracia. Solo basta ver las figuras patibularias que reinan en el Congreso colombiano.
La vida de Carlos Vidales, militante, fundador, ideólogo y después disidente del M-19, amigo de Jaime Bateman y Carlos Pizarro, el famoso Comandante "papito", es emblemática de una generación de jóvenes intelectuales muy inteligentes imbuidos por los sueños de revolución y que como Camilo Torres y otros cientos de figuras universitarias malogradas, decidieron dedicarse a la acción contra el gobierno colombiano en el contexto del sueño revolucionario latinoamericano de los años 60 y 70.
Vidales hijo llegó muy temprano a Chile a acompañar a su padre en el exilio y a los 14 años se hizo amigo de Salvador Alende, a quien acompañó incluso en Palacio de la Moneda en la noche del golpe de Estado de Augusto Pinochet. Las peripecias y aventuras de Vidales hijo deberían sobrepasar los limites exigüos de la entrevista de El Malpensante y convertirse en libro. Y en libro deberían convertirse también las vidas de todos los más conocidos rebeldes del país en el siglo XX para entender nuestra historia sin odios ni anatemas vanos.
Vidales hijo pronto se volvió incómodo no solo para el régimen que lo perseguía por subversivo, sino para sus propios compañeros de izquierda de todas las tendencias, debido a sus ideas iconoclastas: sin renunciar a sus convicciones estuvo en contra de la acción en el Cantón Norte, la toma del Palacio de Justicia, que le pareció una aventura tonta, reprobó el asesinato horrible del sindicalista José Raquel Mercado, y expresó siempre críticas certeras a las Farc y a otras guerrillas por su infame práctica del secuestro.
Vidales, como otros miles de subversivos colombianos derrotados en el exilio, se dedicó después a la vida académica en Suecia, país donde se refugió, y ahora reaparece en esta jugosa entrevista publicada por la revista de Andrés Hoyos y Mario Jursich, lo que muestra la necesidad de que los pocos medios que existen en Colombia abran ventanas a la historia secreta subversiva del siglo XX, la historia de esos hermanos réprobos, demoníacos, que soñaron con un mundo mejor, utópico, y fracasaron y murieron en el intento.
Si los medios colombianos abrieran ventanas a todos esos personajes, uno de los cuales fue el famoso guerrillero ilustrado caldense Tulio Bayer, que murió convertido en un convencido antitotalitario en París, se podría hacer la cartografía completa de la historia colombiana del siglo XX sin visiones maniqueas entre demonios y santos, godos y liberales, ejércitos luzbélicos y guerrilleros de Satán.
Los subversivos siempre han sido vistos desde los lujosos salones del norte de Bogotá o los barrios ricos de las capitales de provincia como satanes, demonios, negros, indios, zambos representantes calibanescos de la infame turba de peones, jornaleros, campesinos, obreros, sirvientes, sudorosos trabajadores agrícolas, ese inframundo colombiano de domésticos que las clases altas y medias, de vieja estirpe o emergentes, no han querido conocer o escuchar, porque han vivido en un mundo arcaico, colonial, donde para ellos toda esa gente del pueblo "huele feo".
Ya autores como el gran sociólogo Alfredo Molano, recién galardonado con el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional, han tratado de contar la vida secreta del inframundo colombiano, pero enhorabuena si Carlos Vidales y otros muchos personajes sobrevivientes de su generación malograda empiezan a contar lo ocurrido para armar el rompecabezas de una Colombia que siempre será sin duda problemática por sus cicatrices incurables, pero tal vez pueda vivir unas décadas en relativa paz como a veces pueden vivir en concordia los perros y los gatos.
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