La sensación que experimento ahora, después de la terrible carnicería que provocaron este viernes los fanáticos yihadistas en pleno corazón de París, descrita por Ernest Hemingway como la ciudad de la fiesta, es la de una profunda náusea provocada por la certeza de que la guerra ha vuelto a estas calles de donde se había alejado hace siete décadas, cuando se liberó de la invasión nazi y empezó una larga era de paz y progreso y convivencia de gente de todos los orígenes y creencias.
París es una ciudad popular y en su barrios viven africanos, asiáticos, mediorientales, magrebíes, ibéricos, europeos del este, italianos, turcos, latinoamericanos, rusos, japoneses, australianos, indios, paquistaníes y franceses de todas las regiones. Es una ciudad de tolerancia republicana donde gente que ha llegado aquí desde hace tiempo huyendo de la pobreza o de las guerras ha podido educar a sus hijos y montar sus negocios gracias a una escuela gratuita y abierta y a las facilidades para montar pequeños negocios.
Ahí en esas zonas multirraciales llenas de jóvenes fiesteros y mestizos y gente de bien, estudiantes, maestros, trabajadores, que salen a divertirse los fines de semana, los terroristas yihadistas han sembrado el terror. En el salón Bataclán, donde centenares de personas escuchaban un concierto de rock, los degolladores de infieles del Ejército islamico quisieron repetir allí el espectáculo macabro que parcatican desde hace un tiempo en los teatros y las ruinas de Palmira. Ahí llegaron hoy (ayer) al grito de Alá Akbar y dejaron un reguero de sangre y más de cien cadáveres de gente inocente. Intentaron también hacer atentados suicidas en el gigantesco estadio de Francia, donde había un partido amistoso entre Francia y Alemania, que por fortuna no tuvo la amplitud sanguinaria que esperaban.
En enero nos vimos horrorizados por la masacre de Charlie Hebdo, donde murieron los mejores caricaturistas del país. Y a lo largo de estos meses muchos atentados fueron frustrados. Era asunto de tiempo y ahora por fin lo lograron. Pero esto es solo el comienzo de una era de incertidumbre para todos nosotros. Todos esos lugares ensangrentados situados en la zona popular de la ciudad por Bastille o République los conozco muy bien y los frecuento mucho en las tardes y las noches. Yo hubiera podido estar por ahí como tantas veces. Todos los habitantes de esta ciudad podríamos haber estado ahí. Esa es la terrible realidad. La guerra ha llegado a París y tal vez no se vaya en mucho tiempo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015