Nuestra Selección avanza en el Mundial de Brasil después de una larga ausencia tras tres certámenes consecutivos sin clasificar: Corea del Sur y Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Fueron 16 años desde la última presentación en Francia 1998 cuando jugó los tres partidos del grupo que le correspondió contra Rumania, Túnez e Inglaterra.
Recuerdo que entonces nuestra selección llegó precedida de un enorme favoritismo y con toda clase de elogios internacionales por cuenta de lo que fue su desempeño en la eliminatoria en la que terminó tercera tras sumar 28 puntos y demostrar un bonito estilo de juego con tenencia de la pelota, toque y efectividad para marcar goles.
Pero el sueño de ver a Colombia ratificando esa condición de favorita se esfumó muy rápido pues el primer partido lo perdió ante Rumania. Después enfrentó a Túnez y aunque le ganó por la mínima diferencia no tuvo una buena presentación. La salida del Mundial entonces se dio tras jugar tibiamente ante Inglaterra que nos derrotó 2 a 0.
Ahora volvimos tras una larga y penosa espera que nos tuvo marginados de tres eventos y que nos sirvió, además, para prepararnos muy bien de cara a Brasil que, por ser país vecino, nos iba a dar la posibilidad de jugar casi como en casa, con el seguro aliento de miles de colombianos que aprovecharían la relativa facilidad por los costos para estar en un espectáculo soñado para muchos como lo es un mundial de fútbol.
Y se dio lo esperado. Colombia está en Brasil y como nunca antes el poderío que le representó ser segunda en la eliminatoria lo está demostrando con efectividad, buen juego y alegría. Tras dos partidos disputados ante duros rivales como Grecia y Costa de Marfil, respectivamente, nuestra selección ya está clasificada a octavos de final y espera el partido de este martes ante Japón para cerrar, ojalá con broche de oro, esta primera instancia de grupos.
Es la segunda vez en la historia que la tricolor se mete en esta instancia. Y aunque aún no se conoce el rival, que seguramente será muy duro, y que podría estar entre Italia y Costa Rica, esta vez hay mayores esperanzas de avanzar, pues se tiene un grupo sólido, que juega bien, convence y tiene actitud y firmeza. Además los jugadores y el técnico José Pékerman no se han dejado llevar por triunfalismos y menos por las voces y comentarios de la prensa nacional y mundial que los adula y se maravilla con lo que han hecho hasta ahora.
Y muchas cosas inesperadas se están viendo en el arranque de este mundial. Las derrotas de España, que defendía el título, y las de Inglaterra, sacaron a las dos selecciones campeonas del mundo de la cita orbital faltándoles aún un partido por jugar. Otros históricos del fútbol como Italia y Uruguay, así como el propio anfitrión Brasil, cargan a cuestas resultados que no los tienen clasificados, y que a pesar de la posibilidad de avanzar su juego no convence.
Podrán pensar que caí en la posición extrema de los triunfalistas que tras las dos victorias salieron a gritar efusivamente ¡Colombia Campeón! o decían en medio del delirio y del éxtasis por el licor ¡vamos pa’ la final! No, para nada. Que estemos en octavos de final es de por sí una inmensa ganancia, pero no por llegar allá ya vencimos a nuestro siguiente rival que ni siquiera conocemos todavía. Yo sólo hago la pregunta que cabe dentro de las posibilidades pues a mi juicio este es un equipo distinto al del 98, con experiencia de los más veteranos y con una madurez que asombra en los más jóvenes.
Además el director de la orquesta sorprende por la capacidad para relacionar a los que más saben con aquellos que apenas comienzan a deslumbrar, logrando una sinfonía, un equilibrio y una articulación que permiten concluir que lo hecho y lo alcanzado no es producto del azar ni de la suerte. Pékerman sabe, lo demostró en la eliminatoria y ahora en el mundial.
Aquí hay un proceso que avanza. Y hay varios jugadores deslumbrantes que influyen en sus compañeros y en el equipo todo. Ospina es esencial, infunde tranquilidad hasta en el hincha. Yepes volvió a sus mejores momentos, y su lucha y veteranía afianzan a Zapata. Zúniga sorprende por su tranquilidad, parece no caerse emocionalmente. Armero es muestra de hiperactividad y contagia con su alegría. Cuadrado es talento puro, mesurado, pero de explosivas reacciones con el balón en sus pies. Carlos Sánchez es disciplinado, lo que le pongan a hacer lo cumple. James es deslumbrante, parece que llevara jugando 30 años y apenas tiene 22. Se echa el equipo al hombro, busca la pelota, toca en corto, tira pases largos, sabe cobrar tiros libres, salta a cabecear entre los más grandes, va al piso a disputar balones, está en todas partes, y no es de escándalos. Teófilo, aunque a veces parece faltarle, está ahí para empujarla y cantar gol cuando se requiera (más ahora sin Falcao que es referente aparte) o para asistir a un compañero libre. Esos los que juegan, ni qué decir los que están en el banco, sobre todo los delanteros y mediocampistas en los que hay malicia, intuición, fuerza y sorpresa.
Por eso esta Colombia es diferente a la de hace 16 años cuando se dependía más de unos pocos muy buenos, y a la que le faltó experiencia internacional, empezando por el técnico. Estamos lejos de la final, pero no tanto como para no poder llegar. Costa Rica no estaba en los planes de nadie, menos en ese grupo, y Pinto ya triunfó con ella. Claro que hay pesos pesados como Alemania, Francia, Holanda, Argentina y Brasil que ahí van y seguramente, en medio de la lógica que a veces no funciona en el fútbol, deberán avanzar. Yo solo digo que hay con qué escalar y la meta es llegar lo más lejos posible. Hoy hay con qué.
Otro de los referentes de que las metas se pueden alcanzar cuando hay fe, entrega, convicción y con qué es el Once Caldas que contra todos los pronósticos, hasta los de sus mismos rivales, ganó la Copa Libertadores de América el 1 de julio de 2004 con el sensacional y sencillo profesor Luis Fernando Montoya, para quien va un abrazo fraterno y agradecimiento por siempre. Otra cosa es lo que pase en este país, bueno y malo, si la Selección Colombia llega a la final. Por ahí también va mi inquietud, que espero no tenga mucho de vaticinio.
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