A medida que pasa el tiempo las cosas que hacemos (incluso las que dejamos de hacer) se vuelven más rápidas y urgentes. Hoy casi todo lo necesitamos ¡para ya! No sé si sea mi caso, por el hecho de estar en un medio de comunicación, pero cada minuto, cada hora, en fin, cada determinado tiempo que se tiene o se necesita para algo parece insuficiente. Siempre hemos sido esclavos del reloj, y qué tal que no existiera, pero la inmediatez en este revolucionado mundo nos está volviendo más acelerados.
Partamos de un simple ejercicio para corroborarlo. Los relojes de arena son hoy una reliquia. Se ven por ahí sobre todo en repisas o estantes como algo bonito, de exhibición, elementos anticuados que adornan. ¿Acaso los utilizamos para medir el tiempo de espera de algo?
Tome un reloj de arena para cocinar un huevo, pues es quizás el más frecuente uso que algunos pocos les dan a estos elementos en desuso. Independiente de que los tres, cinco o siete minutos que utiliza para esa tarea (que depende de cómo le guste a cada quien el huevo) sean los mismos hoy a los de hace un siglo o una década, cocinarlo con un reloj digital o de pulso parece más rápido.
Ver caer lentamente la arena se torna desesperante. No lo es tanto como contar los segundos en el reloj digital, en el cronómetro o en el Smartphone, con indicador sonoro incluido, que además tienen la opción de registrar hasta las décimas y milésimas de segundo, entonces todo se hace más exacto. Los residuos de arena que quedan en vidrio dan la sensación de que el tiempo no ha terminado.
¿Por qué el preámbulo? Sencillamente para referir que lo que se hace en materia de obras públicas en Manizales y en Caldas resulta más lento o se demora más para su ejecución que en otras ciudades. ¿Tendrá que ver eso con las condiciones topográficas y de terreno quebrado? Tal vez sí, tal vez no. Si tomamos como ejemplo Aerocafé, ahí se tiene un poco y mucho de uno y de lo otro, pero también de improvisación, de deshonestidad, de corrupción y de falta de transparencia en algún momento. Por eso lo que se está viviendo.
Pero mi referencia hoy tiene que ver con la demora para construir en su totalidad la doble calzada entre la Estación Uribe y Potro Rojo, prometida, anunciada y confirmada desde el primer gobierno de Álvaro Uribe (2002-2006), con recursos garantizados (eso dijeron entonces congresistas y gobierno) desde su segundo mandato (2006-2010), pero hoy sólo construida en algunos tramos importantes.
Y es cada quien hace fuerza por lo suyo, mientras hay algunas condiciones adicionales que favorecen o no la rápida construcción de una obra vial nacional con enorme impacto para una región y una capital. En el caso nuestro no sé en qué ha radicado la demora, pero cada día que pasa complica más las cosas.
Por ejemplo, en Dosquebradas (Risaralda) en menos de una década construyeron su avenida central, distinta a la que antes fue su única vía que permitía la entrada y salida a Pereira que es por donde hoy circula el Megabus. Entre tanto aquí vamos a cumplir 10 años y seguramente los cerca de tres años que le restan al gobierno del presidente Santos y no estará terminada la doble calzada hasta la zona industrial.
A quienes de manera permanente frecuentamos esa zona, incluyendo las cerca de 40 mil personas que viven en La Enea y sectores aledaños y que solo hacen tránsito con la ciudad, se nos volvió tortuoso cada día entrar y salir de esa importante área, especialmente en horas pico. Y si bien hay anuncios vicepresidenciales de que ya casi se comenzará a construir un enorme intercambiador vial en San Marcel, el arranque de obra para la segunda calzada hasta Potro Rojo ni se vislumbra. Todavía están en compra de predios, dicen.
Y pasan cosas como los constantes choques o accidentes por la vía Alberto Mendoza que la congestionan de inmediato sin que haya alternativas de desatasco inmediato ¿Qué hacer? ¿Qué se está haciendo? Aunque poblacionalmente nuestra ciudad crezca muy sutilmente, en desarrollo urbanístico, industrial y vehicular sí se ven los cambios, pero las obras de construcción, ampliación o mejoramiento vial para atender esa realidad avanzan a un ritmo muy pobre. ¿O será que estamos midiendo el tiempo con el reloj de arena?
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