Las ciudades hay que repensarlas permanentemente. Se necesitan ideas y acciones novedosas que ayuden a dinamizarlas buscando hacerlas más atractivas para propios y turistas, sin que ello signifique sacrificar o acabar con sus valores, riquezas o costumbres. Por lo tanto hay que promover intervenciones y obras grandes, medianas y pequeñas que representen no solo cambios sino mejoras en materia de movilidad, urbanismo, integración y dinamismo.
Si damos un repaso al pasado reciente encontramos que Manizales, siendo una ciudad relativamente joven, pues tiene 165 años de vida administrativa, ha tenido importantes transformaciones que le han servido para expandirse en medio de su singular topografía, que si bien es un obstáculo para facilitar su desarrollo, también se convierte en una oportunidad para nuevos desafíos.
Dentro de significativas intervenciones hay que mencionar lo hecho en la Plaza Alfonso López donde antes estaba el nada atractivo edificio sede de la Alcaldía por cuyos costados pasaba la Avenida del Centro. Con observaciones que siempre habrá en este tipo de grandes obras de infraestructura que tocan la movilidad, hay que decir que lo que allí se hizo representó un cambio positivo. Otra cosa es que el impacto social en ese sitio no haya sido el esperado pues la cercanía de la plaza de mercado, que es caos y anarquía absoluta, para nada ayudan.
Por eso vale la pena ponerle los ojos a la intervención que promueve Infimanizales en la galería el próximo año pues debe ir de la mano de la transformación de toda esa zona, que recoge además la controvertida renovación de la Comuna San José, para que el dinero que se va a invertir allí no termine malográndose.
Lo del cable aéreo también es importante, pero mucho más ahora tras la puesta en funcionamiento del tramo Villamaría-Los Cámbulos que reactivó la movilidad de pasajeros. A eso hay que agregarle los cambios en Ondas del Otún, punto neurálgico y clave para la redistribución del tráfico automotor en diferentes sentidos y que está ligado al Viaducto de la Autónoma al que se deben sumar las obras del puente de Fundadores y sus accesos, y el que se construye frente a la universidad.
Aquí no se puede dejar de mencionar la edificación del Centro Comercial Fundadores que aunque no es una obra pública ha tenido un impacto de transformación económica y social increíble en una zona con alrededores deprimidos y que de alguna manera terminará integrada a la renovación urbana de San José.
Además de muchas ideas privadas y públicas que se tienen como la de mejorar el entorno del Parque Caldas a partir de una propuesta muy avanzada del centro comercial que lleva su nombre, insisto en la necesidad de remodelar o hacerle cambios a la Plaza de Bolívar que debe dejar de ser sitio de paradas militares y de policía, y escenario de conciertos en la Feria o cuando se celebran cumpleaños. Si este espacio es el eje del centro histórico de la ciudad, si de alguna manera es la sala de recibo de propios y turistas, y está ligada directamente a la Catedral y la Gobernación de Caldas, hay que mejorarla.
No sé qué elementos o consideraciones arquitectónicas y patrimoniales primen, pero nuestra Plaza de Bolívar tiene que ser más amable, más acogedora, tan agradable como la gente, por eso hay que replantearla. No puede ser que allí no haya un mínimo elemento natural y que por la noche antes que convocar la gente pase velozmente por temor a ser atracada o porque sus alrededores están tomados por prostitutas, peligrosos bares y moteles.
Hay que celebrar que en buena hora la Arquidiócesis de Manizales permitió aprovechar bondades y atractivos que tiene la Catedral Basílica. No solo subir al Corredor Polaco, sino poder tomarse un café en bellos espacios aprovechados en una de sus torres, además de disfrutar la belleza e imponencia de esa construcción en la noche gracias a la iluminación de colores recién instalada, es una muestra de que hay que tener la mente abierta a cambios sencillos y elementales.
Se tiene que sacar el transporte público de la carrera 22, léase Cosmobús y colectivos, así como promover un tren circular que recorra esa vía y la Carrera 23 entre los parques Fundadores y el recién construido del Agua. Sin dejar de lado las grandes soluciones, a Manizales hay que aplicarle pequeñas inyecciones de vida. Eso mejoraría ostensiblemente la calidad de vida; dinamizaría el comercio, la economía, la hotelería y la gastronomía, y le daría un plus a nuestra bella capital. Si hay vida en la llamada zona rosa, ¿por qué no dinamizar el centro?
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