Sorprende, y de qué manera, la conciencia y el sentimiento ambientalista que hoy se vive en nuestro país. De ser hace 10 y 15 años una sociedad relativamente apática frente a las amenazas y problemas derivados de la falta de tacto por el cuidado del ecosistema, pasamos a ser, con notorias excepciones claro está, una nación preocupada por sus recursos naturales y con gran sensibilidad frente a lo que representen daños, destrucciones o impactos negativos en bosques, montañas, aire, ríos y diversidad animal.
Pero, ¿será tardía esa reacción? Quizás haya efectos irreversibles en muchas áreas de nuestra naturaleza ya explotada y destruida de forma inmisericorde por el hombre y con la complicidad de un Estado al que le faltó (y le falta aún) decisión y autoridad para evitar el debilitamiento de los recursos que son soportes de vida de su gente.
Sin embargo hay que reconocer que la reacción ambiental que vienen gestando diversos sectores sociales y la articulación en la que se avanza con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible no solo muestran acciones efectivas de choque sino que permiten la definición de políticas de corto, mediano y largo plazo para atender las necesidades urgentes de intervención y de cambio en un mundo convulsionado y golpeado por las altas y bajas del clima.
Y es que el marco normativo ambiental en Colombia debe dejar de ser un simple referente escrito para convertirse en acciones directas que se cumplan por encima de cualquier consideración personal o particular. En ese sentido la explotación de los recursos naturales, que tanto dinero mueve, y sobre lo que todavía hay un enorme desorden producto de desidia, corrupción, mafias e intereses, tiene que ser de estricto apego a la ley partiendo de principios de conservación, cuidado y protección, sin que ello signifique arrasar con la naturaleza.
Hoy, como lo explica Gabriel Vallejo, Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, las actividades que le competen a esa cartera son transversales a todo el gobierno, lo que quiere decir que lo vayan a hacer los demás ministerios, sea el del Interior, de Transporte, de Salud, de Agricultura, de Vivienda, de Defensa, de TIC, de Cultura, de Minas y, naturalmente, el de Hacienda, tienen una relación directa o indirecta y deben responder entre sí.
Ahora, los asuntos ambientales no pueden ser de extremos. Tiene que haber puntos de encuentro que acaben con las diferencias. No se trata de negar a toda costa la explotación minera o de hidrocarburos, pero tampoco se puede permitir que por esas prácticas se pongan en riesgo páramos o reservas naturales y con ello la producción de agua vital para las comunidades. No puede ser tampoco que no se talen árboles, mientras lo que se vaya a hacer responda a un proceso industrial con claros esquemas de reforestación y de manejo ambiental.
¿Quién responde por la vigilancia en cuanto a la producción, utilización y vertimiento de agua a los ríos? ¿Quién tiene la responsabilidad de controlar y sancionar la emisión de gases industriales contaminantes? ¿A quién se le permite talar árboles o explotar madera? Esas tareas, y otras más, las tienen las corporaciones autónomas regionales, que son la autoridad ambiental en su jurisdicción, por eso el Ministerio del ramo debe mantener su estricta vigilancia para que hagan cumplir la ley.
Una de las graves amenazas para la humanidad es el cambio climático pues su impacto está afectando de manera preocupante centros poblados, así como la agricultura, la producción de agua y la vida humana, animal y vegetal. Por ello la vigilancia tecnológica para hacer pronósticos y alertas sobre fenómenos climáticos sean de lluvia o de verano, así como el comportamiento de los ríos, mares, nevados y volcanes es otra de las prioridades del Ministerio que está en la obligación de buscar y promover los medios para informar a tiempo lo que en estos espacios suceda.
Con todo lo que encierra el trabajo ambiental, llama la atención la manera cómo las nuevas generaciones, los niños y jóvenes de hoy, están cada vez más comprometidos con el cuidado, protección y defensa del planeta y de los ecosistemas. A donde vamos, en colegios y comunidades organizadas, encontramos grupos infantiles y juveniles, además de muchos otros de adultos, que promueven y procuran las producciones limpias, el reciclaje, el cuidado de los animales, la limpieza de quebradas y ríos, y la correcta disposición de desechos. Por eso es que hay que celebrar que hoy vemos que está en marcha una contagiosa onda ambiental que ojalá esté lejos de los extremistas a los que nada les parece.
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