Qué duro es perder, y más cuando se tiene un gran equipo con jugadores excepcionales que tanto dieron en la cancha, pero que además son poseedores de un talento excepcional y con mucho futuro por delante, la gran mayoría de ellos. Se despidió nuestra Selección Colombia del Mundial de Brasil que sigue su última semana con juegos decisivos, pero que para nosotros, a diferencia de mundiales pasados, ya no cuenta.
El evento terminó para nosotros; muy pocos colombianos, con algunas excepciones seguramente porque tienen entrada para la final, porque están acostumbrados a moverse en el mundo de las apuestas que tanto se ven en instancias finales, o porque se la juegan de corazón con el menos favorito, seguirán aferrados de corazón al Mundial.
Es más, para quienes por décadas fuimos seguidores incansables de Brasil como nuestra segunda selección preferida por cuenta del poco peso futbolístico que antes tenía Colombia, la auriverde se nos salió del corazón. Después del partido de este viernes en la que los cariocas vencieron a Colombia con un muy deficiente arbitraje y con un fútbol de machacar y no de crear ni jugar bonito (sin desconocer que ellos hicieron dos goles y nosotros uno), mis preferencias son y serán exclusivamente con nuestro equipo tricolor.
Antes eran cuatro o cinco jugadores nuestro gran referente futbolístico, y por esas selecciones que apenas empataban o ganaban un partido en un Mundial, con goles agónicos y sin tanto brillo futbolístico nos enloquecíamos y nos matábamos celebrando. Hoy es un equipo entero, con individuales sobresalientes está claro, pero bajo una unidad y familiaridad envidiables.
Sí, James es fenomenal y será recordado por mucho tiempo como el goleador histórico de Colombia por sus 6 tantos logrados y porque con esa cara de niño no sólo marcó el gol más bello de este mundial (no creo que haya otro que lo supere y si lo hay difícilmente lo reconoceré) sino que tuvo la capacidad, la hombría y la verraquera de convertirse en el conductor del equipo, en echarse el grupo al hombro en momentos críticos, en empujar como ningún otro y en llorar por no poder seguir dándonos alegrías. Eso difícilmente se ve hoy en un joven de apenas 22 años convertido en genio y figura, pero James tiene los pies sobre la tierra, y además es un hombre formado, con capacidad mental para no dejarse llevar por los elogios y con la madurez para que la fama no lo atropelle.
Por eso duele que tantos que buscan hacerse célebres con comentarios absurdos y sesgados, que parece que les gusta ir contra la realidad para que los ultrajen y pueden hacerse visibles, no reconozcan que James Rodríguez fue la grata revelación de Colombia y que condujo los hilos del combinado nacional. Seis goles en un Mundial sólo los han logrado los más grandes en historia del futbol: Pelé, Rivaldo, Ronaldo, para hacer referencia a Brasil.
Por eso los elogios son y serán para James, y el país y el mundo no dejarán de reconocerlo. Pero no podemos dejar de hablar de todos los que jugaron. David Ospina, inmenso debajo de los tres palos; Yepes y Zapata, qué pareja de centrales más articulada; Zúñiga y Armero, talento, velocidad y alegría pura; Sánchez, Aguilar, Guarín y Mejía, despliegue y disciplina en marca; Quintero, Cuadrado e Ibarbo, talento, guapeza y velocidad, y Jackson, Teófilo, Bacca y Ramos, firmeza y contundencia.
Se quedan varios a los que hay que alabar por igual como lo hago con el técnico Pékerman que a pesar, según algunos entendidos, de no ser el mejor en táctica, supo parar el equipo, sacarle provecho a cada una de las ventajas y virtudes de los jugadores y armar un grupo que le devolvió la alegría al fútbol por su estilo, ese que ha ido perdiendo Brasil. Y sobre todo que supo mantenerlos unidos.
No puedo dejar de lado a quien nos guio a esta fantasía mundialista y que no estuvo en ella por una lesión, Falcao. Es sin duda el referente de honestidad, de entrega, de sacrificio y de talento. Sus goles en la eliminatoria son tan importantes o más como los que nuestra histórica Selección marcó en el Mundial y que le valieron a 47 millones de personas, muy pocos de ellos no amantes del fútbol, las mayores alegrías en medio de todos los graves problemas que enfrenta el país. Como dice un mensaje promocional que creo que se mantendrá por siempre con todas las demás canciones y dedicatorias: "Cómo te quiero, mi Selección". Ahora sí volvamos a la realidad.
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