Desde que me convertí en mayor de edad y he podido votar en elecciones locales, regionales y nacionales lo he hecho sin falta casi todas las veces. No soy de excusas insulsas ni de inspiraciones revolucionarias como para negarme a participar en fiestas democráticas. Me motiva tanto la escogencia de alcalde, gobernador, concejo municipal y asamblea departamental, como la de presidente y congreso de la república. Es un deber hacerlo y como tal lo asumo y lo promuevo.
Sin embargo a pesar de ese impulso de siempre por participar y tener razones para después poder criticar y reclamar, esta vez creo que no voy a votar. Me seduce el hecho de que un caldense aspire a la Presidencia de la República con tanta favorabilidad. Sería sin lugar a dudas la gran oportunidad para lograr importantes obras de desarrollo y poder terminar otras que se estancaron por falta de impulso local, regional y nacional. Además he alcanzado a conocer medianamente a Óscar Iván Zuluaga y creo que tiene carácter, que es serio y preparado y puede hacer grandes cosas, más buenas que malas, por el país en general.
Me duele sí la falta de claridad que rodea todo lo de la oficina de interceptaciones, lo de las acciones de los hacker y el porqué de su presencia en ese sitio en plena campaña acompañado de su gran amigo Luis Alfonso Hoyos. Eso que sigue ahí en investigaciones de la Fiscalía, la cual maneja un fiscal cuestionado y gobiernista, supone en el evento de un triunfo de Zuluaga medidas y acciones escandalosas que pondrían sombras sobre su elección, y eso sería lamentable para un presidente y para el país. O si no que lo digan Ernesto Samper, Álvaro Uribe y hasta el mismo César Gaviria.
También sé quien es Juan Manuel Santos. Es estratega, decidido, osado y persistente, además de calculador, y esas son cualidades que benefician, pero también afectan, a quien hoy está haciendo hasta lo imposible por ser reelegido, solo con el objetivo de darle una lección a su mentor y ahora más vehemente crítico, Álvaro Uribe, y por buscar que se firme la paz con las Farc, algo bueno y necesario hay que reconocerlo, aunque cuestionable pues lo volvió tema de campaña.
Pero, ¿cómo votar por quienes directa e indirectamente tienen el apoyo de dos fuerzas políticas que unidas fueron el acabose para Caldas y propiciaron los peores escándalos de corrupción y pésimos gobiernos gracias a mandatarios títeres que siempre apoyaron? Lo último que haría en mi vida sería respaldar la coalición yepobarquista la que si bien hoy no existe en términos de unidad ni de manejo de poder, sí conserva fichas clave puestas en una y otra campaña, lo que se interpreta como una estrategia para no desaparecer en momentos de crisis.
Miremos. El yepismo, venido a menos en los últimos años, tiene a Ómar Yepes, presidente nacional del Partido Conservador, apoyando la candidatura de Óscar Iván Zuluaga. Y lo hace más que por convicción política o por el ideario del aspirante a la jefatura de Estado, por la clara opción que este tiene de llegar al poder, lo que le significaría a la colectividad azul cargos burocráticos de gran importancia, tal y como lo dijo en declaraciones a la prensa esta semana que terminó el exsenador caldense.
Y como la política en Colombia para una inmensa mayoría ya no es el arte de gobernar sino la oportunidad de enriquecerse y sobrevivir, pues los hermanos Yepes, que algo de suerte han tenido a pesar de la crisis por la que atraviesa su línea en Caldas, pues parece que acordaron dividirse estratégicamente en las dos campañas en disputa para poder ganar algo en vez de perderlo todo. Por eso Arturo, en una extraña desobediencia ante su hermano mayor, apoya a Santos porque según él no puede estar con quienes siempre los han perseguido, en clara referencia a Luis Alfonso Hoyos, a quien el hoy senador y el partido azul en el departamento le acabaron con su carrera política al lograr que fuera inhabilitado de por vida para aspirar a cargos de elección popular, aunque no lo afectó pues burocráticamente a Hoyos nunca le han faltado altos puestos públicos.
Y por el lado de Santos las cosas no son siquiera mejores. Con él están todos los barquistas, que es casi lo mismo que decir liberales (con el perdón de quienes no acepten ese señalamiento), y que son tan expertos en mermelada y métodos no limpios para lograr propósitos políticos. Hace tan solo tres meses los del Partido de la U se sacaban chispas con el liberalismo en Caldas, y los liberales (barquistas) denigraban de Cambio Radical y de Guido Echeverri, y ahora están todos juntos (unos se miran feo y ni se hablan, me dicen), pero siguen ahí solo a la espera de que el presidente candidato con todas las artimañanas y uso del multimillonario poder que ostenta, el presupuesto nacional, gane para gobernar otros cuatro años.
¿Se imaginan entonces si gana Zuluaga a Ómar Yepes pidiéndole al Gobierno Nacional que le nombre a familiares y fichas suyas o peleando con Adriana Gutiérrez por esos cargos estatales tan apetecidos en el departamento? ¿O cómo será Arturo Yepes pasándole cuenta de cobro a Santos por su apoyo a la reelección y a la política de paz? ¿Cuál será la postura de Cambio Radical y de los barquistas si es reelegido el Jefe de Estado? Para mí la coalición A está ahí, chapaleando, pero negándose a morir. Y ni qué decir de la coalición B, que sin los tentáculos que alcanzó la primera, también tiene peones en una y otra campaña. Como ven para donde uno se mueva hay acomodados. Yo así no voto, o de pronto lo hago en blanco.
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