El empírico ingeniero de sonido Francisco Giraldo Montaño, “Caracho”, se formó para la radio en la invisible Universidad de la Vida, en la que tuvo a sus mejores maestros y alcanzó altas calificaciones que le permitieron sobresalir en los medios hertzianos, sin diplomas, becas, exámenes, ni tesis de grado.
Se inició como modesto control máster en pequeñas estaciones locales hasta recalar en Radio Manizales, en su ciudad natal, donde aprendió todos los secretos que lo convertirían en un hombre muy ducho en el manejo de consolas, grabadoras, repetidoras, señales de AM y FM, cuñeros y demás instrumentos que harían de él una figura de respeto frente a las perillas.
Supo ganarse la confianza de don Jairo Tobón de la Roche, un sabio del sonido que, destornillador en mano, consiguió darle una señal limpia, impecable, a todas y cada una de las emisoras de Todelar, la cadena radial de su familia, convertida ahora en deplorable colcha de retazos.
Entusiasmado con el veloz aprendizaje del autodidacta manizaleño, don Jairo lo hizo trasladar a Cali, como operador principal de la gran matriz del circuito, y siempre se apoyó en su talento técnico para que su red se luciera (por ejemplo) desde los radio-guías en las transmisiones de las Vueltas a Colombia. Sacaba pecho al afirmar que “teníamos mejor sonido que las otras dos cadenas, más experimentadas en estos cubrimientos deportivos, desde las carreteras del país”.
Tras cuatro años en La Sultana del Valle, empeñado como estaba en irse a Bogotá a mostrar en la gran metrópoli todos sus conocimientos radiofónicos, le hizo saber al redactor de estas remembranzas que tenía particular interés en brindarle asistencia técnica a Radiosucesos RCN, y se dio el acuerdo para beneplácito de las partes.
Por ejemplo, “Caracho” se convirtió en un dos por tres en jefe de corresponsales internacionales de la cadena de los Ardila, sin que nadie lo nombrara. Le dio una organización minuciosa a las faenas periodísticas de Antonio José Caballero, en el Vaticano: Alonso Parra y Orlando López, en Estados Unidos; Hugo Alberto Muncker, en Alemania; Carlos Peñaloza, en España, y Vicente Paneta, en Argentina. Se volvió un as en sus gestiones ante las operadoras de Telecom para que le consiguieran de inmediato las llamadas al exterior.
Cuando se enteró de que el presidente de la junta directiva de RCN, Carlos Upegui, se vinculó a la campaña en pro de la fallida reelección del expresidente Carlos Lleras, nuestro Pacho se desplazaba una vez por semana a la casa del estadista liberal, en la calle 67 con la carrera Séptima, a grabarle sus conferencias de una hora de duración. El Consenso de San Carlos dio al traste con el sueño llerista de un segundo mandato y el cuatrienio fue para Julio César Turbay, el jefe del “clientelismo” que repudiaba el director de “Nueva Frontera”. Al sonidista caldense le encantaba que semejante personaje de talla nacional lo saludara de mano y lo llamara “don Francisco”.
En Radio Cadena dejó en sus seis años de servicios una larga estela de anécdotas que se fueron esfumando a medida que liábamos bártulos a otros medios quienes tuvimos el privilegio de contarlo entre nuestros colaboradores.
Deseoso de probar suerte en la banda de Frecuencia Modulada, se marchó a la naciente emisora de la Universidad Javeriana y años después se trasteó a Cafam TV y luego a una estación de FM, de propiedad de la Universidad Tadeo Lozano, las tres localizadas en Bogotá.
Jubilosamente pensionado, el Pacho ya peina canas, como nosotros, y después de su trajinar exitoso por el país, ahora se desatrasa de nostalgias viviendo en el mismo Barrio San José, de Manizales, en el que aterrizó hace 70 años. ¡O tiempos, o mores, noble amigo!
La apostilla. Dueño de un excelente sentido del humor, “Caracho” responde así cuando se le pregunta si tuvo hijos: “Ni uno. A mí se me dañó hace tiempo el tren de aterrizaje”…
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