Cuando nos aplicábamos a la tarea de verificar en la Hemeroteca de la Biblioteca Pública Piloto, de Medellín, si tenía o no fundamento la versión, según la cual el caudillo conservador Gilberto Alzate Avendaño solía llamar en sus escritos a don Marco Fidel Suárez el presidente paria, (así, sin comillas), nuestra búsqueda arrojó resultados positivos.
En un antiquísimo ejemplar del Diario de Colombia -el periódico que fundó, editó y dirigió en Bogotá, en los años 50, el talentoso dirigente político caldense- encontramos un vibrante editorial en el que rendía tributo a la memoria del expresidente y fecundo escritor nacido el 23 de abril de 1855 en la humilde choza de una lavandera de ropa ajena, en Bello, la segunda ciudad de Antioquia, que por entonces se llamaba Hatoviejo.
Escribió el doctor Alzate: “En este día queremos rendir un tributo de gratitud civil y un testimonio de admiración humana al presidente paria cuya vida, pasión y muerte están colmadas de enseñanzas. Rescatamos así del olvido su vía crucis y su gloria. Honrar a este vástago de la democracia colombiana es exaltar a nuestro pueblo en uno de sus más altos arquetipos”.
Todos los diccionarios coinciden en el significado del vocablo: El término paria, que tiene su origen en el portugués pária, refiere al sujeto que no disfruta de los mismos beneficios o derechos que otros. Un paria, por lo tanto, suele considerarse como alguien inferior, aunque el uso concreto del término varía de acuerdo con el contexto. Algo más: En algunos continentes remotos un paria no forma parte de las castas tradicionales; pertenece a la clase social más baja, sin tener ninguna posibilidad de progreso y aún es víctima de persecuciones y ataques.
En el aniversario del advenimiento del hijo de doña Rosalía Suárez introducía en su fluida prosa su principal editorial el líder manizaleño, en el diario de sus afectos:
“Hoy se cumple un nuevo aniversario del natalicio de Marco Fidel Suárez en la rústica y desvencijada casuca de Hatoviejo. No debe pasar inadvertida esta fecha. La nobleza de un pueblo se mide por su espesor de memoria. En torno al recuerdo de sus claros varones, que son hitos en la historia debe arder perennemente una lámpara votiva”.
Insiste “El Mariscal” Alzate en la procedencia paupérrima de su copartidario: “Los humildes orígenes de Suárez, su alumbramiento en una choza pajiza, su infancia sin árboles de Navidad, las penalidades e infortunios del mancebo destituido de apoyos, son el punto de partida de una parábola vital. Las hadas madrinas no se dieron cita en su cuna para colmarlo de presentes. Tampoco el azar intervino en su destino, construido arduamente con inteligencia y voluntad. No pudo dar curso a su vocación sacerdotal”.
Así, en apretada síntesis, resumió Alzate el medio siglo de historia de Suárez en la política nacional:
“Trasladado a Bogotá, sirve de portero en la Biblioteca Nacional y luego ocupa un oscuro empleo bancario. Esos son sus comienzos. Así se inicia la carrera de un hombre que habría de colmar con su gloria literaria y sus empresas políticas 50 años de historia colombiana. La vida de Suárez resulta tan apasionante como una novela, pese a la estampa clásica del prócer. Nacido con tan adverso signo, sin nombre y sin fortuna, alcanza los más esquivos honores democráticos, logra el pináculo de la fama y cuando su cuerpo se rinde en la muerte, el ataúd paria, cubierto por la bandera de Colombia, va en hombros de estadistas y embajadores. Es currículum vitae no solo ennoblece a un hombre sino que honra a la república”.
El redactor del Contraplano se ve en calzas prietas para elegir otros párrafos de esta pieza magistral que retrata de pies a cabeza la dimensión intelectual y humana del caudillo caldense prematuramente desaparecido. Empero, vamos con uno más:
“Que el vástago de una lavandera pueda ser presidente vale más, como superación personal de distingos y testimonio democrático que todos los incisos y parágrafos de los textos constitucionales... Vida batalladora la suya que conoció el éxito y la derrota y el acíbar de las penas. Ministro de muchos gobiernos conservadores y cabeza visible del nacionalismo, siempre estuvo en el primer plano de la política, hasta alcanzar la jefatura del Estado”.
No pasó por alto Alzate el brillo que le dio don Marco a las letras nacionales, en asocio del binomio Cuervo y Caro, y sus tres excelsas obras literarias: La Oración a Jesucristo, Las Cartas de Erasmo, El exiguo, y Los Sueños de Luciano Pulgar, las últimas escritas con la cabeza devastada por la vigilia, las meditaciones y las cóleras.
La apostilla: Casualidades bien fúnebres de dos genios de la literatura universal: El inglés William Shakespeare fue sepultado el 23 de abril de 1616, y el español Miguel de Cervantes murió el mismo 23 de abril de 1616. El colombiano Marco Fidel Suárez nació en Hatoviejo, hoy en Bello, el 23 de abril de 1855.
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