El mejor homenaje que podemos hacerles a los amigos muertos es recordarlos en las horas felices, sin pesar y sin amargura.
Este sabio párrafo de entrada salió del rico magín del maestro Silvio Villegas, tras asistir, en el cementerio de San Esteban, a la inhumación de un gran amigo.
El autor de "La Canción del Caminante" decía en un velorio que los recuerdos nos visitan como si fueran invitados a una ceremonia fúnebre.
Valga esta premisa para darle cuerda al reloj de las nostalgias a propósito de la reciente partida de Gabriel Molano Ocampo, quien en sus 81 años siempre encontró puesta la mesa en el festín de la vida.
Para saberlo absolutamente todo sobre el inolvidable personaje, el Contraplano se apoyó en el publicista y hombre de radio Carlos Alberto Mejía Pineda, su camarada de siempre y su vecino en el Barrio La Francia en los últimos 30 años.
Heredero de la cultura, la diplomacia y el refinado gusto por las artes gráficas de don Arturo Zapata, Gabriel fue el eterno hombre de confianza de su mentor, propietario de la famosa Editorial Zapata, la misma que 60 años después sigue funcionando en el costado oriental de la Catedral Basílica de Manizales, ahora bajo esta razón comercial: "Molano Londoño e hijos limitada-Editorial Zapata".
Combinó la actividad editorial con su pasión por la música argentina. "Messié" bailaba con maestría el tango al mejor estilo de Benito Bianquet, "El Cachafaz". En la milonga lo superaba un poco "El Loco" Avendaño. Y en conocimientos tangueros estaba mano a mano con "Mamá Berta".
Algunas veces alternaba su ocupación en la editorial con la de empresario del entretenimiento. Llegó a tener tres establecimientos para el sano esparcimiento de los manizaleños, en los años 70, en "La Tuna Centro", el grill "La Luna", en Chipre, y el "Piano-Bar", en el pasaje de la Beneficencia, siendo un hombre adulto y aún soltero, antes de contraer matrimonio con una joya de mujer como lo es María Eugenia Londoño, "La Mona", nieta de Ramón Londoño y Betsabé Álvarez.
Los amigos lo definían como un hombre de copas, enamorado y jugador. En la ruleta Gabriel demostró que era un triunfador. En un viaje a Europa, en compañía de sus amigazos Gabriel Pineda, Néstor Ramírez e Iván Gómez, en un casino fronterizo por poco salta la Banca. Resultado: Invitó a sus escépticos amigos que no lo acompañaron a la jugarreta al resto del periplo. De regreso a Manizales, compró por cuenta de su buena fortuna casa, carro y lo demás. Después llegaron en caravana otros éxitos en los negocios.
Una de sus grandes acrobacias comerciales de soltero consistió en establecer una ruta Manizales-Palmira con 40 fondas de carretera que él surtía en consignación. Pero lo bueno venía después. Había que recaudar cartera y tomar pedidos. Para el efecto, contrataba al conductor elegido y llevaba una eficiente secretaria. Además, era de la partida "El Ñato" Arenas, quien con su guitarra y su mamagallismo oficiaba como su parné, y matizaba el "sacrificio" del tour que duraba varios días con sus noches.
Incansable tomador de pelo, bromista incorregible, amigo de todos, un día alguien le preguntó por qué había dejado de asistir a las sesiones semanales de la Cámara Junior, en el desaparecido Club Los Andes, y respondió: "Es que esas reuniones a palo seco no me convencen mucho". ¡Genio y figura hasta la sepultura!
La apostilla: Desde Miami, Florida, Estados Unidos, el maestro Eucario Bermúdez, amigo entrañable de siempre del gran Molano, expresó así su sentimiento de pesar por su sensible desaparición: "Seguimos perdiendo a mucha gente buena que nos ha hecho la vida más grata. Que sea la voluntad de Dios".
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