Cuando éramos los muchachos de antes, mandaban desde el perímetro histórico de la ciudad dos figuras de talla presidencial: Alberto Mendoza era el gobernador de Caldas, y Fernando Londoño despachaba como alcalde de Manizales.
El presidente Guillermo León Valencia hizo ministro de Gobierno a Mendoza y nombró en su reemplazo, en el Palacio Amarillo, a Ramón Marín, otro talentoso vecino del Barrio La Francia.
Regía los destinos espirituales del corazón de la provincia cafetera monseñor Arturo Duque, desde el palacio arzobispal de la carrera veintitrés, y era cura arcipreste de la Catedral Basílica el padre Adolfo Hoyos, el líder cívico por antonomasia, de quien decían los abuelos que por ser tan bueno y santo tenía línea directa con el de arriba. En Cristo Rey, en el entorno del Cementerio de San Esteban, era párroco Rodrigo López, otro carismático levita. El micrófono radial lo administraba con donosura el padre Francisco Giraldo, “Pacho”, a secas, para algunos fieles confianzudos que, además, le pedían su bendición en la calle.
La Asamblea departamental era un pequeño parlamento, en el que tenían representación las distintas regiones del Gran Caldas: Armenia, Pereira y La Dorada, entre otras. Varios diputados recalaron en el Capitolio Nacional.
De pronto, negros nubarrones ensombrecieron el panorama de la unidad territorial cuando resolvieron despedazar la Mariposa Verde del poeta pereirano Luis Carlos González para darle paso a la doble segregación, los esposos de doña Cornelia (Ancízar López) y de doña Josefa (Camilo Mejía) quienes lideraron en el Congreso las creaciones de los departamentos del Quindío y Risaralda.
Mermada sin piedad la geografía caldense, subsistieron las divisiones a bordo de los partidos conservador y liberal y en las pequeñas disidencias de ambas colectividades. Liborio Chica, jefe de un ala del MRL, apodaba “El Sindicato del Crimen” a la otra vertiente lopista, comandada por sus adversarios Carlos de la Cuesta y Guillermo Eastman.
Don Roberto Ocampo, “El Conde”, de casi dos metros de estatura, presidía la Corporación Financiera de Caldas, y Emilio Echeverri dirigía la Cámara de Comercio desde el segundo piso de una esquina estratégica de la Plaza de Bolívar. A una cuadra de distancia, en los altos del almacén de los hijos de don Liborio Gutiérrez, operaban las oficinas de Fomento y Turismo (organizadora de las Ferias) y del Club Once Caldas, regentadas, en su orden, por Nazario Restrepo y Rodrigo Avendaño.
El meridiano cafetero del país pasaba por Manizales con don Pedro Uribe Mejía y los hermanos Londoño. Desde la Presidencia de la república se les consultaba frecuentemente sobre la problemática de la industria del grano.
Tres aerolíneas (Tarca, Aerotaxi y Aces) ofrecían vuelos diarios, desde La Nubia, a Bogotá y Medellín. Cuatro flotas de taxis (Ospina, El Ruiz, La Feria y Suautomóvil) prestaban servicio a la comunidad. Amo y señor del transporte urbano era don Tomás Robayo, el de Socobuses. Cafés famosos fueron el Adamson, El Polo, La Cigarra, el Noridia, el Tamanaco, el Caracol Rojo, El Cortijo y La Bahía. Encabezaban la lista de las fuentes de soda más concurridas el Dominó y La Ronda, en el centro, y Brasilia, en el barrio San Jorge, de la que era clienta fija una sardina llamada Amparo Grisales. Restaurantes más frecuentados fueron el Vitiani, El Pilón, Caballo loco, el Virrey, los chinos, Cuezzo y Milancito. Musicalmente, dejó de “sonar” la popular Sonora Universitaria. Los teatros más taquilleros fueron el Olimpia, el Manizales, el Cumanday, el Avenida y el Caldas que ofrecían los domingos la llamada función social, consistente en la proyección de dos películas seguidas y se permitía, además, la entrada de dos espectadores con una sola boleta.
Sobresalían en la radio y la prensa locales Eucario Bermúdez, Albeiro Cadavid, Billy Vargas, Rogelio Vieira, Alonso Parra, José Fernando Corredor, Javier Giraldo, Carlos Alberto Mejía, Jaime Hoyos, los Castaño (Hernán y Joaquín), Augusto León Restrepo y Jairo Castro, entre otros. Presentamos mil disculpas a quienes dejamos por puertas porque se nos acabó el espacio.
La apostilla: Recuperemos un chascarrillo de la época: Los guasones de Pereira decían, en tiempos de la doble segregación de Caldas, que “los hijos del salamineño don Camilo Mejía eran de Chepa”…
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