La movilización social en muchos casos molesta, pues toca siempre directa o indirectamente la buena marcha de la sociedad y, en no pocos casos, la prestación de servicios públicos esenciales. Pero a su vez, en democracia participativa la protesta pública tiene un valor muy importante, pues es la vía de expresión si lo quieren del constituyente primario, es la voz de los afectados con un tema, de un grupo que se considera que no está siendo escuchado en la definición de la política pública. Y así queda el expediente de la protesta como manera de hacerse sentir y de colocar sus intereses en la agenda común.
La protesta pública debe ser también hecha de manera responsable y por ello se deben evitar los costos excesivos para la sociedad en la protesta misma, como los que se derivan de la suspensión del servicio respectivo. Así, por ejemplo, los bloqueos de vías y la parálisis de las ciudades tiene un costo muy grande para el resto de la sociedad que se deben mitigar; los paros indefinidos o muy largos también son sencillamente insoportables. Recordemos los de la rama judicial el año pasado por ejemplo, que excedieron de manera muy penosa para la administración de justicia. Ahora tenemos la de Fecode, que al momento de escribir la columna todavía estaba en pie, luego de una semana. El ejercicio de la protesta social debe tener límites, y en ello los organizadores deben ser muy conscientes de ello, pues el interés general debe primar sobre el particular, popularmente se dice: "hasta cierto punto…" .
De otra parte, hay otro polo de responsabilidad. Muchas veces, casi en la totalidad de los casos de protesta, es el Gobierno Nacional el llamado a atender las demandas. Y por ello, al Gobierno también le corresponde manejar la protesta social con diligencia, cuidado y seriedad. Tan grave es un laxismo, que termina en un verdadero populismo, cuando se responde positivamente y de manera ligera a todas las demandas que los distintos sectores hacen, como también es peligrosa la actitud de no negociar o poner exigencias para el diálogo no viables políticamente. Se requiere un justo medio. Las puertas del diálogo siempre deben estar abiertas.
La movilización social en países como Francia tiene una importancia muy grande en la cultura democrática. Es una forma de participación de los ciudadanos en la determinación de la política pública: imponiendo temas en la agenda nacional, o colocando límites claros frente a decisiones del Gobierno. En una época de mucha agitación social había un comentario jocoso: una manifestación de una calle no hay que preocuparse, una protesta que llena una avenida hay que prestarle atención, y una movilización en la Plaza de la Bastilla sencillamente gobierna.
La movilización es una manera de participación y es muy positiva, siempre y cuando no se abuse. Y en este sentido el país debe seguir madurando, pues tengamos la certeza que una vez comencemos a construir el postconflicto, todos los actores sociales buscarán posicionar sus temas e intereses, lo que es legítimo. Pero hay que hacerlo de manera responsable.
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