De hoy en ocho días tenemos una cita con el país, con el futuro de la nación y con la capacidad que tengamos todos los colombianos de darnos una nueva oportunidad para construir un nuevo país. Es, sin lugar a dudas, un momento de generosidad frente a unos actores que cometieron muchos errores, pero que aceptamos pueden cambiar y pueden hacer parte de una esperanza para el país.
El Plebiscito es una cita fundamental para la nueva historia del país, y es un momento en que hace a cada colombiano y colombiana partícipe de esa nueva posibilidad. El Plebiscito es un instrumento para la expresión de la voluntad política de una nación que no quiere más violencia y que hace una apuesta radical por el diálogo. Y más allá del diálogo, el Plebiscito debe constituirse en un hecho simbólico de la reconciliación entre los colombianos.
No hay que confundir la reconciliación con el perdón. Estos son pasos que implican procesos profundos y que tomarán tiempo. Debemos iniciar por la posibilidad de convivir con el que piensa diferente, siempre y cuando haya renunciado al uso de la violencia. Será, pues, un momento de la historia del país donde la democracia tendrá un papel central, pues es allí, en sus escenarios donde podremos buscar construir en conjunto. Y es fundamental que tengamos una seria comprensión de la democracia como el sistema de encuentro social para la determinación de las reglas de juego en sociedad. La reconciliación se da en sociedad, como condición para que los acuerdos políticos se abran paso e impulsen las transformaciones que requiere el país.
Pero el perdón va más allá que la reconciliación. Mientras que la reconciliación implica unos procesos colectivos, el perdón está más centrado en la individualidad. Las personas son las que perdonan. Este proceso no es solamente político o fruto de una voluntad. Va mucho más allá. Perdonar es una operación de mucha intimidad, que implica una experiencia espiritual. Y no todos estamos en condiciones para poder tenerla de manera inmediata. Hay que generar condiciones de posibilidad y dejar que desde lo profundo del corazón nazca ese sentimiento de perdón, no se produce por generación espontánea ni puede ser obligado. Es un acto de honda generosidad, que cuando se da es altamente liberador para la persona.
La decisión la tienen los colombianos y colombianas que votarán en el Plebiscito. La decisión de abrir las puertas a una reconciliación en un país que cayó en los fondos de la crueldad, el salvajismo y la barbarie es una luz que se prende al final de un doloroso túnel de violencia que se ha padecido. Dejando al lado los odios, los deseos de venganza, hay posibilidad de abrir una nueva historia para las generaciones venideras. Un país menos cruento es el mejor legado que se le puede legar a las nuevas generaciones.
La cita del próximo domingo marcará un hito en la historia del país, y será escrito por todos los que salgan a votar.
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