Otra temible enfermedad de nuestro tiempo que se une a la lista integrada entre otras por la obesidad, el cáncer, el infarto, la diabetes, el tabaquismo, el alcoholismo… se llama la pobreza. Así lo han reiterado estudios internacionales que han criticado la perspectiva de defensa de la salud que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS), por no considerar las causas estructurales de las enfermedades, donde está la pobreza como uno de los determinantes.
Los estudios han demostrado que hay una diferencia entre la expectativa de vida de las personas pobres inferior en dos años frente al resto de la población. En efecto, por la obesidad se pierde 0,7 años, por la diabetes 3,9 años, por la hipertensión 1,6 años. Las condiciones socio-económicas son realmente una condicionante estructural que debe ser tenida en cuenta por la OMS.
Una vez más se evidencia la importancia de ir a las causas estructurales y no quedarse en los síntomas externos. Lo que nos hace volver a tener puesta la mirada sobre los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible que lanzó la ONU, para transformar el mundo. El primer objetivo es precisamente el de eliminar la pobreza. Y para que tengamos bien presente de qué se trata el problema veamos los datos que trae la ONU: “836 millones de personas aún viven en la pobreza extrema; alrededor de 1 de cada 5 personas de las regiones en desarrollo vive con menos de 1,25 dólares diarios; la gran mayoría de esos pobres pertenece a 2 regiones: Asia Meridional y África Subsahariana; los elevados índices de pobreza se ven a menudo en países pequeños, frágiles y afectados por conflictos; en el mundo, 1 de cada 4 niños menores de 5 años no tiene una altura adecuada para su edad; en 2014, 42.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares cada día en busca de protección debido a un conflicto”.
Este es el rostro de la pobreza que se quiere erradicar. Y es fundamental que nunca perdamos la conciencia inmediata sobre ella. Ser sensibles a la pobreza evita que la olvidemos, y ser sensible a la pobreza nos permitirá siempre hacernos una pregunta sobre nuestras decisiones, especialmente aquellas que tienen una incidencia sobre otros: ¿Y cómo van aquí los pobres? Y esto es precisamente lo que hacen el grupo de científicos que realizan el reclamo a la OMS.
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