La noticia sobre el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia, según la cual aumentaron en casi el 40% entre el 2014 y el año pasado, es muy preocupante. Es uno de los grandes riesgos para el postconflicto y en particular para asentar la paz en el país. Estamos llegando a casi las 100 mil hectáreas. Esta situación es verdaderamente grave. Además, esta realidad se concentra en unas regiones del país, como Nariño, Cauca, Putumayo, Caquetá y Norte de Santander. Lo que focaliza el problema.
El incremento del área cultivada en cultivos de uso ilícito tiene que ver no solo con la reducción de la fumigación de cultivos, sino también debido a situaciones creadas por los actores armados que han visto una forma de financiación de sus grupos y actividades, y paradójicamente, en algunos casos, a promesas del postconflicto. De Manera radical se debe buscar una nueva cultura rural en el país, donde la sustitución de estos cultivos pueda tener lugar. Y esto quiere decir desarrollo rural.
La producción y distribución de la droga es la gasolina del conflicto armado en el país. Por ello, es fundamental que con la firma del fin del conflicto armado con las Farc, las autoridades puedan también destinar toda su capacidad de acción e inteligencia contra los grupos criminales que seguramente van a heredar el negocio de las drogas. Este es tan jugoso y rentable que con toda seguridad no faltarán criminales que estén dispuestos a ingresar o reconvertirse en estas actividades.
Pero tengamos toda la claridad al respecto. Si no se logra erradicar el problema de los cultivos de uso ilícito la paz será esquiva para el país. Y esta es una verdad inexorable. El negocio de las drogas permea hasta el último vaso capilar del país y lo degenera y le siembra la descomposición moral y le trae violencia. El país lo sabe, pues lo hemos padecido. Así, pues, es clave que el tema de cultivos de uso ilícito esté en la agenda del postconflicto, como la necesidad de tener condiciones para reconstruir la ruralidad en el país.
La experiencia en el tema que tiene la Federación Nacional de Cafeteros debe ponerse al servicio de la reconstrucción del país agrario. Aquí los cafeteros, que con su “civilización cafetera” le dieron estabilidad al campo en sus regiones, tienen una gran hipoteca social con el país. Tienen mucho que aportar en las estrategias del postconflicto.
La solución no se trata, pues, sencillamente de la fumigación con glifosato, que atenta además contra la vida y salud de los campesinos, sino de una estrategia de desarrollo rural integrado.
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