Un nombre bucólico para un paraíso que está perdiendo su encanto gracias a la precaria planeación municipal, que ha convertido a Villamaría en algo así como las "Islas Caimán" pero para constructores, a Corpocaldas que ha permanecido ausente mientras "a sus espaldas" se talan árboles y guaduales obligando a la fauna silvestre a huir desconcertada y lo que antes era un remanso de paz se encuentre invadido por montones de automotores con sus bocinas de amenaza.
El ciudadano de a pie, que es bastante, quedó reducido a un andén de escasos ochenta centímetros de ancho, flanqueado por barreras verdes que están sembradas, no para honrar la memoria de su pasado florido, sino para hacer más privada la vida privada de los conjuntos cerrados que proliferan por doquier.
Las cercas "vivas" y una interminable fila india de carros de alta gama, que salen a la misma hora han obstruido las vistas cercanas de las áreas públicas. Los que tenían la ilusión de vivir en el campo para respirar aire puro y hacer asados al aire libre, se encuentran encerrados en un trancón que aún no ha alcanzado su "clímax", porque todavía faltan los miles de vehículos que habrán de ocupar la avenida Alberto Mendoza y la vía al Magdalena y la Paralela Sur o carretera Panamericana, salidos de los edificios y casas unifamiliares que están en construcción y los que vendrán después; si hoy en las horas pico se arman unos atascos desesperantes, el futuro con la misma visión de ciudad no parece muy alentador.
Para problemas comunes hay planeaciones distintas en Villamaría y Manizales. Los habitantes de La Florida son manizaleños que han decidido vivir en las afueras, extendiendo el "perímetro urbano" más allá de las fronteras municipales. La movilidad arriba descrita, es la consecuencia natural de la falta de un sistema vial y de transporte coherentes que atiendan la necesaria interdependencia de las dos ciudades; el río Chinchiná que hoy nos separa podría ser nuestro punto de encuentro. Es decir, la expansión urbana, la movilidad y la planeación ambiental, exigen soluciones concertadas dado que necesitamos un territorio armónico para la competitividad, el desarrollo y el bienestar.
Pero el asunto no solo atañe a las dos ciudades, están Chinchiná, Palestina y Neira que hacen parte de la misma región, con una problemática común que exige soluciones también comunes. Pasos se han dado en esta dirección que son importantes de subrayar como la extensión del Cable Aéreo a Villamaría, el Aeropuerto del Café en Palestina, el proyecto de recuperación de la cuenca del río Chinchiná y El Rosario y el Kilómetro 41 como áreas de expansión urbana.
Once municipios conforman el Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Desde hace diez años tienen normas comunes para el manejo regional: un Plan Maestro de Movilidad con autopistas, terminales de transporte y parqueaderos; un Parque Ecoturístico, Arví, situado en los municipios de Medellín, Envigado, Bello y Copacabana, que le ha otorgado 12 metros cuadrados de espacio público por habitante, versus 4 metros cuadrados por habitante que tenían antes de que el parque hiciera parte de su oferta recreacional; una clínica regional en Envigado, entre otros muchos proyectos diseñados y ubicados en función de estructurar la región, e independientes del municipio donde habrán o han sido localizados, y a pesar de la manera premoderna de indios y caciques de hacer política que conocemos bastante bien, han logrado que estos proyectos sean los rectores de su vida en sociedad. Hablar de área metropolitana en cualquiera de los honorables concejos municipales de la región centro sur del departamento de Caldas, es poco más o menos que un mal chiste.
Es imposible dar soluciones individuales cuando hay una correlación entre las ciudades y poblados que conforman una misma región. No hacerlo sería mantener o generar un caos en perjuicio del bienestar de los ciudadanos que la habitan. Los antioqueños que nos han servido de referente tantas veces por la admiración que nos suscita su capacidad de emprendimiento, están ahí con el éxito de su experiencia.
El atraso es también una decisión. Superarlo exige posturas políticas audaces. Cinco planes de ordenamiento territorial están en estudio o recorren el tramo final requerido para su aprobación por parte de los concejos municipales. Armonizarlos con visión de integralidad es una cuestión elemental de supervivencia.
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