Sergio Urrego era un adolescente de 16 años anarquista, inteligente, ateo, libertario y gay: tenía todo lo necesario para triunfar en la vida.
Si hubiera alcanzado a graduarse de ese maldito colegio, si tan solo hubiera podido terminar el grado 11, lo más probable es que su historia de bullying quedara en el pasado y él con su rebeldía siguiera adelante arrasando con el mundo hasta ponerlo a sus pies. Lo más improbable es que hubiera sido un homosexual más en Colombia, aunque también sería un lindo final para su historia ¿Pero esto? Un muchacho que sale una mañana de su casa al norte de Bogotá y con pasos firmes y solitarios llega al centro comercial Titán Plaza de donde se avienta por una terraza después de haber dejado varias cartas a las personas que amaba y en el muro de su Facebook la letra y canción de Good Bye Cruel World de Pink Floyd.
27 palabras no más. Allí están. Las puso el 4 de agosto antes de salir a suicidarse, y al final dejó una carita feliz. "Goodbye cruel world I’m leaving you today goodbye goodbye goodbye. Goodbye all you people there’s nothing you can say to make me change my mind goodbye". Pocas pero suficientes para probar que el salto al vacío de Sergio Urrego es un acto público y político de protesta por este mundo cruel en el que todavía hay gente que se atreve a dudar que todos tenemos derecho a amar a quien se nos dé la real gana.
Ruego para que a gente así la investiguen, judicialicen y castiguen. Que a la señora Amanda Azucena Castillo dueña y rectora del colegio Gimnasio Castillo la metan presa, junto con la psicóloga del colegio. Que el matoneo o bullying sea reconocido como un delito. Que sirva de algo tener ministra de educación gay y que no solo cierre ese chuzo sino que les meta una multa millonaria a todos los que se ensañaron con él hasta llevarlo a la muerte. Y que Dios no los perdone.
La Fiscalía investiga el caso como un homicidio culposo. Y ojalá, aunque ya sea demasiado tarde, algún día tengamos leyes para encarcelar por matoneo a todos los mayores de 14 años que cometan el crimen de discriminar a niños y adolescentes, que además lleva implícita una crueldad inconmensurable. En el Facebook de Sergio está la prueba, de una sociedad cruel, violenta, intolerante y fascista, y profundamente equivocada.
Lo peor es que son muchos, algunos se camuflan de mamás y papás que les meten en la cabeza a sus hijos que ser gai es malo, que pensar distinto es pecado, que ser diferente es censurable. Otros van de curas y pastores de iglesias camuflados en religiones que son grandes negocios encubiertos. ¡Qué estupidez humana! en este siglo 21después de que este planeta ya lo ha visto todo.
Fuera de eso la familia de su novio demandó a Sergio por acoso sexual y el colegio demandó a su mamá por abandono y para graduarlo le exigió que presentara una valoración psicológica, que cuando la presentó les pareció que no era suficiente. Así estamos, un niño jugando con armas está muy bien, dos niños besándose, al psiquiatra. La situación es como la describió Olga Milena Jankovichex profesora de Sergio en otro colegio donde cursó la primaria. En entrevista en La noche contó que tiene un alumno al que sus compañeros lo apodan "Frankestain gay". El llora y se desahoga con ella y le explica que es porque le dicen gay. La profe le pregunta ¿Y no te importa que te digan Frankestein, que es un monstruo? Por supuesto no le importa, cualquier cosa es preferible a ser gay. Y en especial a los hombres, sus compañeros machotes y homosexuales reprimidos los destruyen si muestran alguna debilidad, como esa de amar, una rareza hoy en día.
No saben la fuerza para la vida que les da su crueldad a los "débiles". Por eso me encanta lo que una amiga les aconseja a su hijos cuando le hablan del nerd o diferente del curso: que se junten con esas minorías que son rechazadas por los populares, porque esos que son ahora los débiles serán los más importantes, músicos, diseñadores, ministros, escritores, presidentes, dueños de compañías, premios nobel, artistas y famosos. Los populares se casarán con la más linda y boba del curso y se encerrarán en una oficina a trabajar para mantenerla, y las populares se casarán con el más rico y se dedicarán a criarle hijos y arreglar la casa…
Si no cambiamos ahora, y lo que le pasó a Sergio Urrego por ser gay en un colegio católico no estremece a nuestra hipócrita y moralista sociedad y este caso es otro de los que pasa impune por nuestra conciencia, nos merecemos irnos todos al infierno acompañados tan solo de nuestra retorcida indiferencia.
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