Todo lo he hecho mal hasta ahora en esta vida, y aunque trato de remediarlo es seguro que lo que es bueno ahora será malo después, o al contrario, pero algo se inventarán. Y no me refiero a conceptos morales de esos que hablaba mi abuelita cuando yo era chiquita y mi mamá me regañaba y ella le pedía no hacerlo porque de todas maneras yo no entendía la diferencia entre el bien y el mal…
Hablo de hábitos. Y ahora con mi médico de cabecera el Doctor japonés Hiromi Shinya, autor del best seller La enzima prodigiosa, me convencí de que para seguir la dieta que él recomienda tendría que nacer otra vez. Ya digerí el libro y mientras leí sus 230 páginas fue lo único que digerí, y agua. Pero es como todo, uno elige lo que toma, y no solo el líquido, también lo que toma y lo que deja de las teorías de la vida. El Dr Shinya dice que la suya es "La dieta del futuro que evitará las enfermedades cardíacas, curará el cáncer, detendrá la diabetes tipo 2, combatirá la obesidad y prevendrá padecimientos crónico degenerativos".
Tampoco hay que creérselo todo porque… no sé por qué. Yo creo, por principio, y cada vez me convenzo más de que los buenos hábitos son los que marcan la diferencia. Incluso más que los genes. Si yo vengo con una predisposición genética al alcoholismo, tabaquismo o drogadicción y crezco en un ambiente donde nadie los practica, y además tengo consciencia de mi cuerpo y lo cuido y hago ejercicio y me alimento bien y tengo la información para estar consciente de que estos vicios son mortales para la salud, es muy probable que los buenos hábitos prevalezcan sobre la carga genética que traigo. Yo antes pensaba que nada había en la naturaleza que predestine más que los genes. Y quedaba eximida de todas mis culpas.
Ahora creo, que puedo cambiarlo todo, hasta de lo que me voy a morir. Pero no soy capaz y no quiero. De los consejos del doctor me quedo en primer lugar con el del agua: él dice que la del grifo además de cloro, que se usa como desinfectante, también tiene dioxinas y carcinógenos, como el tricloroetileno y el trifenilmetano, y cuando se esteriliza con el cloro, mata bacterias en el agua pero genera grandes cantidades de radicales libres. No tengo idea qué será todo eso pero los radicales libres sí se que envejecen. Y tampoco sirve hervir el preciado líquido porque las altas temperaturas acaban con su propiedades. El agua buena es la ionizada. Y ya tengo mi jarra que compré por internet a la que le echo agua envejecedora y la saco rejuvenecedora. Y algunos dirán que me dejo tumbar muy fácil pero, yo creo, es la mejor inversión que he hecho en mi vida. Por eso digo que uno elije lo que toma.
Este médico, que ha vendido más de dos millones de copias de este libro y es una eminencia mundial, puede ser un poco prepotente en sus afirmaciones y pasarse parte del libro hablando de él, pero muchas de las cosas que dice tienen lógica. Lo de los alimentos sometidos a altas temperatura, es lógico que pierdan sus enzimas y todo lo bueno que tienen, y por eso en lo posible hay que comer vegetales crudos. Dice también que la idea es mantener una relación 85-90% de alimentos de origen vegetal y 10-15% de origen animal: los granos deben ser el 50%, frutas y verduras el 35-40%, y los alimentos de origen animal 10-15%. Pero estos últimos no son propiamente carne ni chicharrón, sino un huevito por ejemplo. De carnes poco, solo pescado, leche menos, yogurt tampoco, y fuera de eso dice que el arroz no sirve para nada. Me niego. Y a que, por ser tratado a altas temperaturas, el aceite de oliva sea malo.
Con la carne traté, y comprobé que no puedo dejarla, pero no tomo leche, porque nunca me ha gustado… pero sé que mientras no olvide este librito no voy a poder volver a comer tranquila. El capítulo del cigarrillo sí lo olvidé antes de terminar de leerlo, pero al alquitrán le ayudo con mucho antioxidante pues me encantan las zanahorias crudas con limón, el ajo, las berenjenas y todo lo que no engorda. Casi siempre frente a mi plato de comida favorita me pregunto que le puedo echar para que engorde. En papas, yuca y plátano no pienso mucho, en cambio siento la necesidad de comer rábanos o una guayaba agria con sal.
Y ahora estoy peor de gustos. Y de flaca. Lo bueno y lo malo se me confunden, pero aún me acuerdo de cuando no me importaba. De la vida escojo tomar lo bueno: vino blanco frío con guitarras al ajillo. De las dietas todo lo malo incluidas las zanahorias con limón y aceite de oliva al sol. Y de la enzima prodigiosa me quedo con la mala memoria y el amor en todas sus manifestaciones gastronómicas.
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