Ay mi Violeta, no sé si habrá otro quien te llore, pero aquí estoy yo para hacerlo, ni sé si alguien más te haya entendido como yo, que te llevaré en mi corazón para siempre.
¡Cómo te fue a matar tu amo! Si tú eras tierna, sumisa, inteligente. Solo que territorial y posesiva.
Y cambiaste mi vida, el caos que es hoy te lo debo a ti: tuyas me quedan mis tres perritas ¿Te acuerdas? Todo empezó por ellas, hace un año y cinco meses, cuando para mí eras solo una linda perra Beagle de los vecinos del campo que vivían en la casita cerca al establo. Allá tenemos dos caballos, lindos ellos, pero no hablan como me enseñaste tú que habla tu especie, ese día que llegamos y saliste a recibirnos para mostrarnos tus crías… ¡Estabas tan orgullosa!
Los niños de la vereda me habían dicho que no sabían cuántos eran ya que nadie se podía arrimar pues te ponías furiosa. Desde eso mi Violeta, algunos te decían Violenta, porque hasta le hiciste un gran morado de un mordisco en la pierna a una niña que cogió uno para consentirlo. Y ese día vienes corriendo zarandeando tu colita para presentarnos tus cachorros, ladrabas, te adelantabas y te devolvías, hasta que te seguimos a tu cambuche. Te sentaste y se pegaron a comer, y tú nos mirabas algo maravillada también. Fuiste una mamá excepcional y ninguno de los cinco se murió porque tú no los dejaste solos ni un minuto; sabías que ellos necesitaban tu amor y tu leche, y de eso tenías bastante.
Lo de la niña fue una tragedia. Ella llegó a saludarme de imprevisto por el potrero de atrás. Yo acababa de llegar y tú estabas ahí, con mis perritas, y todas se peleaban por saludarme, y tú defendiendo tu lugar porque aunque tuvieras otro dueño y otra casa estabas en tu derecho de estar ahí por el hecho de que yo te amaba y tú a mí ¡y además eras la mamá de todas! Pero ellas celosas, y tú decidida a quedarte, para que te diera el regalito! Jamás nadie hizo tanto por un hueso mío! Logré dártelo, como a las otras, un huesito de carnaza que te encantaba, pero el ambiente seguía tenso cuando las dejé ruñéndolo y me entré al refugio del establo, y en esas oigo ese grito de la niña, corro y en ese instante, tan doloroso y confuso, alcanzo a verte mordiéndole una pierna. La llevamos al hospital, pobrecita, le dolía mucho y tenía mordiscos en la piernita de donde no le salía mucha sangre pero la herida se veía mal. Le cogieron dos puntos en los dos mordiscos. Ella fue valiente y cuando regresamos a la vereda ya estaba más calmadita. Pero cuando tu amo supo que la mordiste, te mató. No sé cómo, tal vez ahorcada o decapitada, no quiero saber porque sé que te dolió, sobre todo el corazón, por ser precisamente tu amo quien lo hiciera.
Creo que él lo hizo por tener un gesto de solidaridad con los papás de la niña -que son sus compadres- no porque tú no merecieras vivir, yo creo que él te quería… ¡Cómo no quererte a ti con tu cara de señora y tus ojos delineados!
Ya a la niña le quitaron los puntos y va a estar bien. Tú rabia no tenías. Solo algo de abandono y también hambre y mucha necesidad de amor.
Espero que nos perdones porque muchos en la tierra estamos muy equivocados por no entender que este planeta es de todos los seres vivos con los que nos tocó compartir esta ínfima existencia en este ínfimo sistema solar en donde cada brote de vida merece al menos el derecho de seguir sus instintos.
Para que tu homenaje sea completo, amiga mía, mando tu foto ejerciendo tu maternidad, por si el director del periódico considera que te mereces una oportunidad de trascender en esta vida.
Violeta y sus cachorros
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