"…La bella dama que representa la justicia, tiene en su mano una balanza, para significar el equilibrio de la verdad. "Si algún dios hubiera estado sosteniendo el nivel de la balanza de Dice" es un fragmento sobreviviente de la poesía de Baquílides. Justicia es más a menudo representada con una balanza típicamente suspendida de su mano derecha, en la que se mide la fuerza de apoyo de un caso y la oposición. Ella también es a menudo vista llevando una espada de dos filos en su mano izquierda, simbolizando el poder de la razón y la justicia, que puede ser ejercido a favor o en contra de cualquiera de las partes. Desde el siglo XV, la Dama de la Justicia ha sido a menudo representada con los ojos vendados. La venda en los ojos representa la objetividad con que la justicia es, o debería ser, impuesta, sin miedos ni favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad; la justicia ciega e imparcial…." .
Pero en Colombia el espectáculo ha sido bochornoso. La justicia ha sido mancillada. Por cuenta de burócratas de altas cortes y de otros de menos peso, la mayoría de los que administran justicia, honestos por demás, son vistos con recelo. A pesar de ser jueces prístinos, que ejercen su labor con honestidad y en cuyas manos está la justicia, la mayoría no cree en ella. No le falta razón. Hombres sin escrúpulos la han convertido en un inodoro, una cloaca de la que emanan malos olores y en la que tratan de desaguar no pocas pestilencias.
Un magistrado, si ese menesteroso moral se puede llamar magistrado, ha puesto en jaque a toda la justicia. Su indecencia, sus ya publicitados actos de ilegalidad, sus habituales concupiscencias de muchos años en la rama judicial, lo convierten en un ciudadano de vergüenza. Una muestra de lo que no se debe ser cuando se ocupan altos cargos. Un ejemplo de la antítesis del hombre probo, recto, decente, justo, honesto. Pretelt es una vergüenza para cualquier sistema judicial en el mundo. Pero lo tenemos aquí, entronizado en una dignidad que no merece, con un pasado tan oscuro, como indecente. Y el majadero no se da cuenta. Porque tiene mucho cinismo y carece por completo de dignidad.
El cinismo de ese hombre es tan grande que uno puede decir que se le corrió "la toga". Pero él, necio y tozudo, sigue ahí, como si nada hubiese pasado. No se da cuenta, porque no tiene conciencia del daño inmenso que le hace a la justicia. Sus insaciables apetitos personales puestos por encima de la dignidad de un cargo que ocupa con desfachatez y sin vergüenza.
No acabábamos de reponernos del fin de la cacería de María del Pilar Hurtado, ni de la fuga de Luis Alfonso Hoyos, ni de la desaparición de Luis Carlos Restrepo, ni de la huida del país de Andrés Felipe Arias, cuando estalla este escándalo, que mina todos los días mas la credibilidad del gran rufián colombiano, ese horrorizado personaje que arrinconado, muerto del miedo estuvo en una Universidad en Pereira, agobiado por la masa inconforme de estudiantes que no le cayeron en la trampa de oírlo mentir impunemente. Hablamos del mismo que fue a pisotear la justicia, con chismes y "me contaron", haciéndose embetunar las botas de arriero, para demostrar su desprecio absoluto por la legalidad.
El indigno Pretelt es uno de los dos Pretelt, que dan vergüenza, el otro es el que asedió con Palacios a Yidis, la que pagó condena por cohecho, sin que sus cohecheros cínicos, se ruboricen siquiera.
Pero este Pretelt necesita una buena dosis de justicia, con su merecido castigo, por el daño irreparable que le hizo a la institucionalidad. Que lo investiguen con rigor y lo castiguen sin contemplaciones. ¡Miserable!
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