Estaban Humberto de la Calle Lombana, la Premio Nobel de Paz Jody Williams y la Gurisati, esa periodista de preguntas más largas que las respuestas que espera.
Le fue mal a la Guri, en la entrevista. Recuerda a un personaje de Sábados Felices, un entrevistador que hace preguntas interminables y no deja contestar al entrevistado; sacó a flote su extremismo de derecha, que tanto mal le hace al periodismo, en el que una deslucida mujer, no carismática y sectaria quiere que Colombia siga indefinidamente el camino del extremismo de derecha, tan horrendo como el de izquierda. Su referente fue ETA. Valiente referente, ese de países que no han terminado conflictos.
Insistió varias veces en "Era mejor cuando había conflicto" (sic). Lo dijo del El Salvador y lo dijo de Colombia, en una alegoría a la estupidez humana al servicio de la información, la más aventajada representante de la desinformación objetiva.
Dijo la señora Williams: "Llevan 60 años de violencia, ¿qué pierden con intentar la paz? ¿Qué pierden?, repitió. El Dr. De la Calle lo tiene claro, pero para la Guri la paz sin guerra no existe. Repite mentalmente el vamos a "arrasarlos" de Uribe con piadosa convicción, como una seguidora fiel del mesías de Salgar, que no solo no nos trajo la paz, no acabó con las Farc, sino que convirtió falsos paramilitares en integrantes de temidas Bacrim, disparó las cifras de delincuencia y muerte en el campo, las transfirió también a las ciudades, a donde se trasladaron sin ninguna oposición.
El país está harto de guerra, los ciudadanos de a pie sentimos náuseas por esa barbarie que vivimos en el día a día, pero estamos paralizados, porque la violencia es muy grande, muy fácil, muy efectiva. El camino de la paz por el contrario, es empinado, largo, difícil de recorrer, aunque sea el único que conduzca a la posibilidad de una vida decente y sin temores.
Los políticos que convirtieron el noble arte de la política en la más baja de todas las prostituciones se pavonean tranquilos, porque ellos, incumpliendo las órdenes de sus votantes, solo están interesados en su enriquecimiento rápido, en la contratación entre amigos y familiares, en el lucro indigno de un ejercicio vil del mandato popular que les permitió acceder a los estratos de poder, para que allí traicionen a sus electores y se convirtieran en mercaderes de prebendas, en beneficiarios de jugosas ganancias en el mal elaborado sistema de contratación que tenemos en Colombia, ese en el que pueden meter sus manos asquerosas los políticos, que no tienen escrúpulos, los representantes de una policlase corrupta, comprable, con precio y con impunidad.
Este país tubular, ya lo dije alguna vez, no tiene fondo, porque nos falta convertirlo en caneca, para un día poder tocado ese fondo, comenzar de cero y construir un país decente.
Habría que comenzar por unas consultas populares que impidan que los políticos puedan ser reelegidos. Esa prohibición debe ser extendida a todos sus familiares y a los que a ellos estén unidos hasta el nonagésimo grado de consanguinidad, al enésimo de afinidad, para que la política no se herede.
Es tal la podredumbre de los políticos, que un colombiano injuriado como caballo discapacitado, del que pueden decir lo que quieran, menos que ha sido ladrón o defraudador del Estado, es acusado, por una hiena política, ese asno ordinario que malbarató billones en una guerra fratricida, y se enriqueció a sí mismo, a sus hijos imberbes en aquel entonces y, permitió el enriquecimiento de todos sus segundos, sin que eso le produzca la menor vergüenza y le quite el cinismo con el que acusa de ladrón a quien no lo es, cuando él ha sido el personaje siniestro, que hizo fiesta con los recursos públicos poniéndolos al servicio de una policlase de vergüenza, que necesitaba hacerse al poder al precio que fuera menester.
A esos políticos recicladores de podredumbre, a esos sepulcros blanqueados, que aparentan una rectitud y un honor que no tienen hay que quitarles de un solo tajo la posibilidad de tener que ver con el poder y que se lucren de él hipócritamente, posando de acrisolados y prístinos, cuando no pasan de ser personajes de la peor letrina que hay en Colombia: la clase política.
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