Había dicho alguna vez que estábamos reeditando Cambalache. No era cierto. Cambalache es una oda a las buenas costumbres, comparada con la pérdida de todos los valores, con la aniquilación de todos los principios que vivimos en Colombia. “Todo es igual, nada es peor…”. Aquí casi todo es igual, pero también, casi todo es peor.
Los acontecimientos de los últimos tiempos nos tienen indignados. Indignados a muchos, digo yo, que hay otros muchos a quienes les sirve de oportunidad para hacer magníficos negocios y beneficiarse de la debacle de una Nación, que en América del sur, no tiene norte.
Tenemos una clase política corruptísima, que con las excepciones que confirman la regla, convirtió la parábola del ejercicio político en una fritanguería, en la que hay mucha grasa, mucha mugre, mucha contaminación, pérdida de límites éticos y en la que se mueve dinero a raudales. Ese dinero que siendo público, les sirve para hacerse ricos de la noche a la mañana. De eso no se escapan presidentes, hijos de presidentes, ministros, congresistas glotones, ediles insaciables, alcaldes inescrupulosos que creen como Keops, poder tener pirámides propias; gobernadores insensatos, que dilapidan presupuestos inimaginables en basura política, escondida en pequeñas obras, mampara para mostrar que mejoran poco las condiciones de la gente y con la que se enriquecen los nuevos grupos de “Caballeros de industria” de la política.
La desigualdad es infranqueable. Lo es en lo económico, con mayorías muy pobres y minorías muy ricas, sirviendo de panes para apretar la masa cada vez menos grande de la clase media, la que trabaja, la que produce, la que procura mantenerse en la legalidad para sobrevivir dignamente. Los países ricos de verdad, tienen ricos muy ricos que son minoría, pobres absolutos que son menos que minorías y que los estados subsidian, y una gran y productiva clase media, que mueve todo su engranaje económico. En este país eso no nos importa.
Le dan 4 años de cárcel a un manilargo que tocó unas nalgas, mal hecho por supuesto, pero le dan casa por cárcel a un pediatra pederasta. Su nombre debe ser el pediatra Herodes. Ese criminal goza de la excarcelación, cuando debió ser sometido a pena larga intramural, sin privilegio alguno. Un Garavito con título médico. País de vergüenza.
Le dan la casa por cárcel a un Nule que alega tener una lesión en la rodilla, cuando hay miles de presos que viven con severas limitaciones de salud y a los que no les regalan consideración alguna.
Tenemos delincuentes políticos volados, gozando de buena vida en el exterior, al que pueden llegar y vivir sin trabajar porque se enriquecieron con dineros públicos. Nada pasa. Las circulares rojas se engavetan y pierden entre miles de folios de procesos menos importantes y por delitos menores.
Tenemos magistrados que se sacan trapos al sol, dejando claro el grado de corrupción al que llegan impúdicamente, sin que muestren el menor atisbo de vergüenza. Se sienten orgullosos de ser tan “vivos” y tan “maliciosos”. País de cafres.
Hoy nos acercamos a una nueva disputa electoral. Candidatos por montones, miles, con la política ahora convertida en una cueva de Ali Baba en la que esconden y acumulan cuantiosas fortunas, por un trabajo que es para representar a los votantes y no para convertir la encomienda en un negocio lucrativo y vergonzoso.
En Caldas tenemos muchos ejemplos de representantes de la indecencia política. Pero no les importa. Y parece no importarle a la gente. Saben disimular muy bien sus verdaderas actividades, sus verdaderos negocios. Sus antecedentes de vergüenza.
Las elecciones están a la puerta. La disputa es reñida. La transparencia política escasa como un bien superfluo, una bagatela que puede pasarse por alto. No aprendemos que la elección de la gente que nos represente en gobernaciones, alcaldías, dumas y concejos, debe tener la transparencia de una ventana sin vidrio. Aquí la ventana es polarizada con mugre, hollín, no poca sangre, mucha suciedad y no poco excremento.
Pero los pueblos se merecen los gobernantes que eligen, a pocos les importa la dignidad, la honorabilidad, la transparencia, la vida sin mácula, la rectitud, la decencia de la gente por la que votan. Eso es una bagatela inútil en estos tiempos de cambalache.
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