Que Colombia es un país que vive de verdad sus mentiras, es algo de lo que a pocos les cabe duda. Que tenemos una nación completamente polarizada, entre buenos y malos, extremistas de derecha o terroristas, es cosa que todos sabemos. Esta pobre y maltratada Patria, en la que pocos se enriquecen a expensas de muchos, tiene todos los días menos claro su futuro.
Por cuenta de un jefe de Estado que duró 8 años gobernándonos duro, tenemos una división interna que se ha trabajado poco inteligentemente, pero que es muy efectiva para los que mandan al estilo de los mayordomos o contrameques. Desde entonces, aquí solo hay buenos y malos, rectos y torcidos, decentes e indecentes. Es el Estado de "Están conmigo o están contra mí".
La gente del común, usted y yo, no tenemos injerencia alguna en las decisiones que toman los agregados, esos mayordomos caros que nombramos para que nos administraran el país, pues ellos investidos de deshonrosas posiciones de poder, han trastocado todos los valores y pervertido todos los principios. Convirtieron la política, arte noble, en la más degradada de todas las prostituciones, con personas que la ejercen, muy baratas, prepagos que nos salen carísimos.
Creemos con inocencia que este país es viable, pero eso no es cierto. No puede ser viable un país con diferencias tan abismales, un país con unos pocos cacaos que son dueños de todo, al lado de 25 millones de personas que carecen de cualquier algo; un país con una insurgencia tan naftalínica y tan cruel, tan mentirosamente política, como verdaderamente asesina; un país del que se escapan todos los delincuentes mayores, por recomendación de sus preceptores, para no responder ante la justicia por sus desafueros y delitos, pero en el que se quedan todos los pilluelos, con los que la ley es rigurosísima, esos a los que se les aplican todo el peso de una justicia que no es ciega, como debe serlo, sino que ve, es selectiva, contrariando todos los principios de legalidad y del ejercicio del Derecho al derecho.
En suma, un país retorcido, con muchos truhanes vestidos de seda y muchos moralistas dando cátedra desde la pestilencia de sus conciencias deformadas y malolientes en puestos que les dan poderes excepcionales y en los que procuran volvernos al retroevo político, con una mezcla explosiva de religión de templarios y burócratas sin escrúpulos.
No faltan en ese grueso, los que están mas allá de los militares, los para militares y sus deformes Bacrim, convertidas en centros de atrocidades, extorsiones, y desplazamientos. Fabricas de muerte al por mayor, ejecutadas con frialdad y sin vergüenza.
Veníamos de un gobierno que gastaba a borbotones en guerra , falsos positivos, trampas al por mayor, Consejos Comunales , 300, que costaron billones, aunque digan que no costaron nada, con un director de orquesta muy avispado, dicharachero y consumidor de Valeriana, para el que no había limites en la Constitución que el no pudiera burlar , reformar a su medida, recordando el personaje de la fábula del Rey Desnudo de Hans Christian Andersen, conocida como "El traje nuevo del emperador", un cuento de hadas danés publicado en 1837 como parte de: Cuentos de hadas contados para niños. La historia es una fábula o una apología, con un mensaje de advertencia: "No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad", o, también, "No hay preguntas estúpidas".
Fueron 8 años corruptísimos en los que además como si fuere poco, perdimos mucha mar y mucha tierra a costos que dan vergüenza , con abogados extranjeros que se hicieron a 5 millones de dólares para tanta perdida irrecuperable de lo que era de nuestra soberanía.
Ahora no estamos mejor. El país se seca en unos departamentos, se incendia en algunos, mientras se inunda en otros. Seguimos hablando de reconciliación, olvidando que tenemos una verdadera empresa promotora de odios y vendedora de violencia, convencida de que con violencia se combate la arremetida de los violentos de los que se diferencian poco.
El respeto por la institucionalidad está perdido, la salud está agonizando, la educación es de pésima calidad, el trabajo es mal pagado, la calidad de vida de la mayoría no mejora y las condiciones de grandes grupos empeora a diario, sin que a los que nos gobiernan les importe mucho.
Estamos en mora de unir los esfuerzos de una sociedad civil de verdad, no inventada en laberintos palaciegos, que enfrente a todos los corruptos y a todos los violentos con los que convivimos, para con resistencia pacifica, al mejor estilo de Gandhi en India, o con modelos como el de Mandela en Sudáfrica, podamos a reconstruir este país convertido en retrete, por cuneta de los extremistas de todas las pelambres, de los que están en la ilegalidad y de los que se cobijan con los mantos de la legalidad también.
Porque no podremos tener un país viable si la vida de un compatriota no nos importa y si las condiciones de vida de nuestros conciudadanos no nos inquietan. O cambiamos o nos cambian, pero esto no puede seguir siendo el hervidero, en el que a diario, cocinan los violentos de todas las calañas.
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