El ejercicio de la política, arte noble, es practicado en Colombia por personajes, que la convirtieron en la más poco noble de las artes, una verdadera chusma de delincuentes de cuello blanco, de personajes que van desde las más encopetadas élites del país, hasta los más bajos de todos los niveles culturales, para representar a diario la tragedia de nuestra realidad como Nación. Una Patria convertida en el pozo séptico de las acciones realizadas por esos personajes que la ejercen, con mucha deshonra, sin un solo atisbo de vergüenza.
Andrés Sepúlveda es uno de esos personajes salidos de la nada, que escriben a diario la horrorosa historia de nuestra realidad política, ejercida por muchos delincuentes, por una gran cantidad de inmorales, por una caterva de amorales, sin escrúpulos; personas sin valores éticos y sin principios. Gentuza venida a más, para el ejercicio de una actividad que vale todos los días menos. Un nido de raposas y de tramposos que convirtieron los recintos políticos en prostíbulos de mala muerte, de donde sale a flote tanta pestilencia, tanta indecencia, tanto comportamiento repugnante.
Pero el hacker no solo es un venido a más desde el ejercicio de la miseria humana. No, es la evidencia de una clase política corrupta y pueril, de políticos deshonestos, sin límites, de sepulcros blanqueados que tienen el atrevimiento de llamarse "Padres de la Patria", cuando no pasan de ser unos verdaderos delincuentes impunes, criminales sociales, privilegiados con leyes que ellos crean o modifican a la medida de sus deseos insaciables, de sus cabezas sin cerebro, almas sin conciencia.
Ese delincuente cibernético vino para mostrarnos los vejámenes a los que puede llegar un grupo político en particular o un político en general, en su carrera por hacerse al poder, violando todos los límites, sin peajes éticos, sin retenes morales, sin prohibiciones legales. Una afrenta a la decencia; una aniquilación de la honestidad, un mate a los principios más elementales sobre los cuales se construye una sociedad decente.
Pero ese delincuente cibernético, no trabajó así, como iniciativa personal, lo hizo porque lo contrataron los farsantes que posan de pulcros, los mequetrefes que carecen de escrúpulos, los inmorales que se disfrazan de líderes de buenas costumbres y de adalides de la justicia, cuando la verdad no pasan de ser alimañas carroñeras que saben de la impunidad de sus actos, de la falta de sanciones para sus desmanes violatorios de todas las normas establecidas en la legalidad para el ejercicio de la política.
El hacker ha puesto en jaque al Centro Democrático, ese grupo político liderado por el expresidente Uribe, que en el decir de Silva y en su comportamiento diario, demuestra que es el gran gamín, el perfecto rufián de esquina; un terrorista mediático, que sufre de una enfermiza adicción al poder y que está desvirolado, porque no lo pudo recuperar, aunque para intentarlo haya recurrido a actos delincuenciales bien conocidos.
El, Uribe, y su grupo, esos candidatos elegidos no porque la gente hubiese votado por ellos, sino porque con el caudal electoral de los que votaron por el Ubérrimo, llevó al Congreso a todo un grupo de congresistas, senadores y representantes, que son una muestra de la política más extremista, más ultraconservadora, más retrógrada y más violenta que tiene Colombia.
Ese grupo político no desmayará en su propósito desestabilizador, aunque hayan intentado, y van a seguir haciéndolo, descalificar las declaraciones del hacker que los puso en jaque, ese que demuestra todas las purulencias de la política ejercida en Colombia sin recato y con indecencia.
Retratado en su verdadera dimensión quedó Hoyos, el primer congresista caldense en perder la investidura, con lo que le declararon la muerte política. Pero en Colombia los políticos vencen, vuelven trizas la ley de la gravedad, no se inmutan con la gravedad de la ley y caen para arriba y quedan bien parados.
Retratado también aparece el tristemente celebre Óscar Iván, alias "Zurriaga", quien con impúdica desvergüenza trató de decir que él no conocía al hacker, que las grabaciones en las que aparecía conversando con él, fueron un montaje, lo que después tuvo que reconocer como visita real, pero sin arrepentimiento, para seguir mintiendo, al afirmar que no estaban buscando nada ilegal. Se necesita ser retardado mental, para no aceptar, que se contrata un hacker para realizar acciones ilícitas, para espiar al contendor, vulnerarle el derecho a la intimidad, violentarle el pilar protegido constitucionalmente a la privacidad, para destrozar el principio básico en Derecho, a no ser vigilado, esculcado, controlado, usando lo que se encuentre para deformar la realidad y volver añicos la honra o la dignidad de la víctima.
Como si eso no fuera suficiente, está la senadora Cabal, que en un verdadero insulto a la razón ha sido incendiaria y violenta en sus declaraciones. Una mujer que no trina, aúlla. Una demostración clara del profundo desprecio que se tienen por la institucionalidad, cuando se llega arrastrada con los votos de otro a esas instancias de poder, donde revestidas de impunidad pueden sin inmutarse decir cualquier cosa a su antojo, sin importar que lo dicho pueda ser inscrito como memorable en el libro de la estupidez humana. Es esa mujer torpe que apaga el incendio con gasolina, sin que a su patrón se le dé nada, sin que ella se ruborice siquiera, sin el menor atisbo de vergüenza, ante la exaltación de la imbecilidad llevada a su máxima expresión. El paroxismo de la antipolítica, la demostración de la más refinada de las formas de hacer política degradada, como si esos lugares no fueran sagrados y se tratara de galerías y de verduleras. La comedia apenas comienza, nos enteraremos de mucha trampa, de mucha trapisonda, de mucha desvergüenza. Vamos de mal para peor, con una oposición tan irracional como degradada.
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