El video de unos policías rescatando a un perro de la quebrada La Liboriana, en Salgar (Antioquia), fue uno de los más vistos y compartidos en las redes sociales esta semana. Allí se ve cómo los patrulleros corren por el borde del cauce hasta que uno de ellos se tira a las aguas turbias y saca al criollito. Y, en un acto "heroico" le da respiración boca - hocico al animalito empantanado.
En las noticias le dedicaron un buen rato a ese hecho. A cómo cuidaron al perrito, al que bautizaron Príncipe, a cómo se recupera, a cómo se volvió el consentido de patrulleros, periodistas y comunidad. En Facebook ya hay gente que pregunta cómo adoptarlo. También han hecho donaciones de alimento y juguetes. Vicky Dávila, desde su programa en La FM, pidió muchas fotos del perrito y el policía "porque esas son las historias que nos alegran".
El carabinero que lo rescató, mayor Helbert Alfonso Rivera, dice que se quiere quedar con él si sus dueños no aparecen. Que lo incorporarán a la Policía para adiestrarlo. Por su parte, el general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional, destacó la "vocación y compromiso" del uniformado.
Príncipe mira a la cámara y, convaleciente, bate la cola. La vida que le espera después de esa tragedia que ya ronda los cien muertos, no será de perro. Amor no le faltará. Amos y alimentación, tampoco. Hasta trabajo tendrá en un país donde no es fácil conseguir empleo estable.
Todos parecen haber ganado en esa historia. Sin embargo, en esa misma avalancha hubo otro caso "milagroso": El de Jhosetb Díaz Hernández. Al bebé de once meses lo encontraron en medio del barro, con algunos golpes, pero sano. Está en la Unidad de Cuidados Especiales del hospital infantil San Vicente Fundación de Medellín y, cuando se recupere, su futuro es incierto.
Marcela Hernández Rincón, su mamá y que tenía 20 años, murió en la tragedia, junto a otros 17 miembros de su familia. A su papá lo mataron cuando Jhosetb tenía un mes de nacido. Dicen que se lo entregarán a sus abuelos paternos, que viven en el municipio antioqueño de Andes.
Su caso ha sido poco reportado en los medios en parte porque su historia no atrae tanto como la de Príncipe, y también por los controles que maneja el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) que lo dificulta. Su rostro, dicen, no se debería mostrar para no victimizarlo. Muchas veces el ICBF, por "restituir los derechos del menor de edad", termina alejándolo de oportunidades potencialmente benéficas para el niño.
Desconozco si los abuelos de Jhosetb sean los idóneos para criarlo. O si terminará en uno de los tantos hogares del ICBF a la espera de ser adoptado. Si su cara aparecerá en esos comerciales de niños que buscan su hogar, o si alguna institución del Estado ya le garantizó una educación y un trabajo como lo hicieron con Príncipe. No creo.
Si termina con sus parientes allá en Andes, las probabilidades indican que Jhosetb terminará la primaria y se dedicará a la agricultura. O arriesgue su vida en una de las minas de oro y carbón que hay en esa región, pues da más plata que cultivar café y plátano. Y temo que para cuando sea adulto y quiera reclamarle al Estado los beneficios que cobijarán a las víctimas de la avalancha de Salgar, ya será demasiado tarde. Habrá nuevos desastres y otras urgencias en Colombia para ese entonces.
Después de conocer estas dos historias de una misma tragedia, está claro que a los perros les va mejor en este país que a los niños.
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