Cuando a los funcionarios públicos colombianos les dan esos arranques prohibicionistas, llegan a casos absurdos. Como el querer prohibirle a un enfermo terminal una eutanasia completamente legal y programada con anticipación. O el más reciente ocurrido en Cartagena, donde un concejal quiere prohibir que los niños bailen champeta, por considerar que promueve los embarazos en menores de edad y carecer de "pureza folclórica". Algo bien contrario a lo que opinan sociólogos que consideran a ese ritmo una parte vital de la cultura cartagenera, y aporte de la cultura afro del palenque de San Basilio.
Olvidan en el Concejo de Cartagena que si se ha incrementado la tasa de embarazos en adolescentes en Colombia, poco o nada tienen que ver la champeta, el reguetón, o los negros cimarrones. Se debe a la falta de educación sexual. A que se confunde sexualidad con genitalidad (que es lo que enseñan en los colegios). A que en el país todavía hay resistencia a que los temas sexuales y afectivos entren a las aulas por considerarlos pecaminosos o que pueden pervertir la mente de esos jóvenes.
Pervertidos son esos que censuran la educación sexual. Cristina de la Torre, columnista de El Espectador, lo evidenció hace un par de años cuando denunció que la Curia, el procurador Alejandro Ordóñez, y miembros del Opus Dei, vetaron 270 títulos de libros con temas sobre la diversidad sexual, derechos sexuales y reproductivos, y sexualidad responsable, que hacían parte del Plan Nacional de Lectura y Escritura del Ministerio de Educación, dirigido a las bibliotecas de 20 mil 600 colegios oficiales de todo el país. (Si quiere leer el texto, este es el enlace: http://bit.ly/1L3xNQH).
A este prohibicionismo absurdo se sumó la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) y su prohibición a las minigelatinas. Unos dulces que se producen en Asia, que son muy populares en China y Japón, y que se venden en algunas tiendas de barrio nacionales.
En su reporte, la SIC señala que estos productos causaron la muerte de una niña de 12 meses que se ahogó con este dulce. Otros dos niños -de ocho y diez meses de edad- sufrieron daños neurológicos porque la gelatina les bloqueó las vías respiratorias.
Si no conoce las minigelatinas, le explico cómo se consumen: Le quita la tapa (similar a la del yogur) a la cápsula que tiene forma de dedal y se lleva el recipiente a los labios. Luego aprieta para que el dulce semirígido se deslice en su boca. Es el equivalente artificial a comerse un mamoncillo, pero sin la semilla. A propósito de esta fruta: No he escuchado a las autoridades de salud o de agricultura prohibir la siembra o cultivo de este árbol, a pesar de que en el 2011 Medicina Legal reportó que en el departamento del Atlántico se murieron dos niños ahogados con pepas de mamoncillo. Y no se trataba de bebés como en el caso de las minigelatinas; eran niños entre los 10 y los 13 años.
La SIC informa que las minigelatinas están prohibidas en Estados Unidos, en la Unión Europea, y en Australia, pero en ninguna parte explican el por qué. Solo que producen asfixia. Resulta que este producto está hecho con konjak, una planta de la que se extrae un almidón del cual se prepara una sustancia gelatinosa muy resistente. Es muy usada por los vegetarianos y en diversas recetas japonesas por sus propiedades alimenticias y textura.
En Japón también han muerto personas asfixiadas por estas minigelatinas, pero no las tienen prohibidas. Advierten, eso sí, que no es un producto para bebés y que los niños lo deben consumir bajo la supervisión de algún adulto. Como se debe hacer con el maní, las crispetas, esos dulces esféricos que venden en las máquinas dispensadoras, las arvejas, y el humilde mamoncillo. Pero ninguno de ellos está vetado... todavía.
La culpa de la muerte de estos menores de edad no es de la fruta o de la minigelatina, es de la falta de control de los padres o un adulto sobre lo que sus hijos llevan a su boca. Por eso es sensata la posición de los japoneses. O de Marjorei Cervantes Herrera, médica patóloga del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, quien en entrevista al periódico El Heraldo hizo un llamado a los padres de familia para que eviten darles a sus hijos menores de 5 años mamoncillos o cualquier otra fruta o producto que se les pueda quedar atascado en las vías respiratorias.
Pero es más fácil prohibir que educar. Y como el chiste del tipo que encuentra a la mujer con el amante teniendo sexo en el sofá, la solución de la SIC fue deshacerse del sofá.
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