El villano de esta semana se llama Miguel Alejandro Quiroga Murakami, piloto y dueño de la aerolínea boliviana LaMia. Los dedos acusadores se posan sobre él por la tragedia del vuelo 2933, en el que murieron 71 personas tras estrellarse contra una montaña del municipio antioqueño de La Unión. Por privar al fútbol del equipo revelación en Sudamérica, el Chapecoense, que viajaba en ese avión.
Sin tener unos resultados definitivos, ya es señalado de ser un corrupto y temerario piloto. Uno que se llevó su aerolínea de Venezuela a Bolivia, que porque allá las autoridades aeronáuticas son más laxas. Que usaba aviones de corto vuelo para atravesar medio continente. Que con el fin de impulsar su joven empresa (tenía cinco años en el mercado) se "regalaba" a las federaciones de fútbol y a los clubes para que firmaran contratos con él. Que evadía las normas internacionales de la aviación y viajaba con el tanque justo para no gastar más en combustible. Que no tenía todos los seguros al día, y los que tenía no eran los adecuados para una aerolínea comercial.
Que todo lo anterior le pasó cuenta de cobro el lunes en la noche cuando planeando -porque ya no tenía combustible- intentó llegar al aeropuerto de Rionegro y falló, mortalmente, en el intento.
Pero es fácil ver la paja en el ojo ajeno. Aquí, en Colombia, sobran ejemplos de 'quirogas murakamis'. De ciudadanos y empresarios que cruzan la frontera entre lo legal y lo ilícito con tal de hacer empresa.
Santiago Rojas, director de la Dian, dijo a finales del año pasado que los colombianos evadimos unos $40 billones en impuestos anualmente. Ya sea porque no pagamos el IVA o no declaramos renta. Y a comienzos del 2016 indicó que habían detectado unas 200 empresas que giraron al exterior $9 billones, muchas de ellas queriendo evadir impuestos. Esos dineros se los llevaron a lugares donde las autoridades financieras son más laxas, por no decir "paraísos fiscales". En sitios donde la plata rinde y hacer empresa es más fácil.
En Colombia también sabemos cómo hacer rendir las cosas, como el piloto con el combustible de su avión. Acaso ya olvidamos que en abril de este año se denunció que en una escuela de Aguachica (Cesar) engañaban a los niños con su merienda. Que fotografiaban a los niños con su refrigerio, pero era solo un montaje porque se rotaban la comida para las imágenes y al final les daban un pedazo de banano e hilachas de pollo servidos en la mano. Ni bebida les daban.
Así se hizo grande Leda Guerrero que, con su Consorcio Córdoba Saludable, se ganó el contrato para alimentar a los niños más humildes de los 20 municipios de Córdoba. En cuestión de cinco años pasó de ser una sencilla secretaria a una poderosa potentada con bienes y fundaciones tasadas por encima de los $12 mil millones. Todo gracias a los cálculos precisos, modelo "quiroga murakami", en los que cada ración de comida no debía valer más de $70, cuando el Gobierno Nacional advierte que cada porción debe ser de al menos $2 mil.
Esos niños "planean" cada día, porque el combustible que les dan estos proveedores no es suficiente ni óptimo para el desarrollo de los menores de edad.
Lo del avión del Chapecoense es dramático, duro. Pero para tragedias en Colombia solo basta tirar una piedra y ver dónde cae. Ayer me topé con un informe de la periodista de El Heraldo, Sandra Guerrero, en el que indica que según la Secretaría de Salud de la Guajira, esta año ya van 75 niños muertos por enfermedades relacionadas con la desnutrición. 75, esos son cuatro más que los muertos del siniestro aéreo del lunes.
Tal vez ver estas tragedias desde la distancia que da el tiempo y que estas víctimas no registran su agonía en las redes sociales de manera constante, no impacte tanto como ver un avión Avro RJ85 partido en dos. Y no sé si merezcan un estadio lleno de gente conmovida y políticos dando discursos con voces entrecortadas, pero dónde están las autoridades y las veedurías sociales para impedir que estas cosas sigan sucediendo. ¿Dónde está la solidaridad que se vio el miércoles en el país o fue solo oportunismo paisa?
"Para morirse solo hay que estar vivo", dicen. Pero es más jodido morirse por la viveza de algunos.
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