"Muchos colombianos en Resistencia Civil nos opondremos al plebiscito e insistiremos en una paz estable, sin riesgo para las libertades", señaló ayer el expresidente y hoy senador, Álvaro Uribe. En su discurso maniqueista en contra de los acuerdos de paz del Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc, se torna apocalíptico. Que votar el 'Sí' es entregarle el país a la guerrilla, al castrochavismo, al "socialismo del Siglo XXI". "Dejaron a sus pueblos sin comida, después destruyeron la industria, la economía toda, ahuyentaron a los empresarios y arruinaron a los trabajadores", dijo este profeta del Valle de Aburrá.
Con ese tono mesiánico con el que vende sus ideas llenó su discurso de parábolas: la de la señora de San Juan del Cesar que no cree en el perdón; la del joven guajiro y los guerrilleros avaros. Ciertas o no, como las parábolas de la Biblia, metió su mensaje y predicó: "En lugar de obtener la paz, el premio al crimen multiplica a los criminales". Amén.
Y luego lanzó acusaciones y culpó al Gobierno actual de todo, incluso de las mismas cosas que él hizo o dejó de hacer como presidente. Cosas como el abandono en el que está el Chocó o de meter delincuentes en el Congreso. Incluso sacó un par de argumentos tan inverosímiles que solo cabrían en un programa de humor político. El primero: Culpó a Santos de haber perdido el mar territorial del archipiélago de San Andrés "para no indisponer a Maduro y a Ortega, asociados de Farc".
Pero Uribe no sabe de humor. Es más, el único chiste que le he escuchado, sonó a amenaza y tuvo que ser rectificado por su equipo de comunicaciones. El pasado junio 24, durante una entrevista, el líder del Centro Democrático dijo: “Viendo a NTN24 dijeron ‘los paramilitares de Uribe’, y dije: bueno, será que los tengo allá; hasta mejor sería tenerlos a ver si salimos rápido de Maduro y de esa tiranía”. Ja, ja, ja.
El segundo argumento absurdo lo hizo a través de su cuenta de Twitter: "Por presión de Santos para que lo extraditen a Colombia Andrés Arias fue puesto preso en Estados Unidos". No es que ignore que a su exministro de Agricultura lo buscaban con circular roja de la Interpol porque está condenado a 17 años de prisión por irregularidades en la entrega de subsidios de Agro Ingreso Seguro. Es porque necesita mártires para su causa.
Está bien que el expresidente se oponga al plebiscito, está en todo su derecho. Pero no es correcto que invente, difame e infunda miedo entre sus seguidores que -a tres días de anunciado el acuerdo- seguramente no han leído las cerca de 300 páginas que lo contiene. Es más, después de despacharse en su virulento discurso, Uribe aceptó que no había repasado todo el documento. O sea, saca conclusiones por lo que le han contado o visto por encima en algunos periódicos, noticieros o trinos.
Es como el juego del teléfono roto: Uribe escuchó, dijo esto, usted lo vio y le contó a su vecina, y esta le dijo a su amante, y este al cura... y al final están diciendo en una misa de iglesia de garaje, promovida por alguna congresista, que votar el 'Sí' volverá maricas y guerrilleros a los niños en los colegios.
Estas semanas que vienen requieren de sensatez. De no tragar entero y de hacer el esfuerzo de leer los acuerdos. De no dejarse meter veneno o llenarse de falsas ilusiones. Como dijo el abogado Juan Carlos Henao (el abogado y exmagistrado de la Corte Constitucional, no el veterano arquero del Once Caldas): "Olvidemos por un tiempo a Santos y a Uribe, lo que está pasando trasciende la coyuntura política del país. La votación que se nos viene será para nuestros hijos y nietos. Santos y Uribe, dentro de 10 años, no tendrán vigencia política y lo que está en juego es mucho más grande que la situación política del momento (…) No podemos caer en la lógica del rencor, la lógica de la venganza y hacer un acuerdo que dejara contento a todo el mundo era imposible (…) Todos en algún momento tenemos que bajarnos del bus y no podemos quedarnos en querer mandar a todo el mundo para la cárcel. Esto -el acuerdo y el plebiscito- es más grande que todo eso porque repercutirá en las futuras generaciones".
Pero sensatez es tal vez lo último que veremos por estos días. Seremos testigos de un martirio de verdades a medias y realidades acomodadas. Por ejemplo, el jefe del Centro Democrático mostró ayer su oposición a la posible elección de guerrilleros a cargos públicos. "Nada justifica permitir la elección de Timochenko al Senado o a la Presidencia", dijo. Sin embargo, calla sobre el senador Everth Bustamante entre sus filas; un personaje que fue jefe guerrillero del M-19. Por eso siempre he creído que Jesús Santrich sería un buen integrante del Centro Democrático, ya que es ciego y cínico.
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