"La democracia está sobrevalorada", dice Frank Underwood, el personaje interpretado por el actor Kevin Spacey en la serie House of cards. Para quienes no la han visto en Netflix, trataré de ponerlos en contexto: Un político sin escrúpulos cuyo único objetivo es el poder. No el dinero, el poder. Para ello, está dispuesto a cualquier cosa, desde asesinar a colaboradores hasta manipular al Presidente y las grandes corporaciones en pro de sus intereses disfrazados de "democracia".
Un personaje perverso que, sin embargo, goza de más popularidad que el mismo presidente estadounidense Barack Obama. Una reciente encuesta realizada por Reuters-Ipsos señala que el 57% de los entrevistados preferiría tener a Frank Underwood de presidente que al mismo Obama. Incluso el mismo mandatario dijo que le gustaría a alguien como Underwood en la Casa Blanca: "El tipo logra que se hagan las cosas. Desearía que todo fuese así de eficiente y sin contemplaciones".
Entonces uno comienza a ver la serie, que ya va en su tercera temporada, y es inevitable hacer paralelos con lo que sucede en la política colombiana. Y se comienza a percibir que la realidad es igual o más perversa que la ficción.
Dice Underwood: "No hay mejor manera de acabar con una duda, que con una avalancha de verdad descarnada". La entrevista que La W le hizo la semana pasada al cuestionado magistrado de la Corte Constitucional, Jorge Ignacio Pretelt Chaljub, fue precisamente eso: verdad descarnada. "Uno no debe recibir a abogados que tengan intereses allá. Reconozco que me equivoqué (…) A Víctor Pacheco -el abogado señalado de hacer lobby en la Corte, para que fallaran una tutela a favor de la empresa Fidupetrol- lo recibí en dos o tres veces en mi oficina (…) En la Corte he visto pasear a todos los exmagistrados hablando con nosotros de procesos (…) No voy a renunciar a la Corte Constitucional; si renuncio nos vamos todos".
Acorralado, según él, por el fiscal general Eduardo Montealegre y los medios de comunicación, salió al ataque y, efectivamente confirmó la duda que se tenía de la Corte Constitucional. Que el ente encargado de velar por la Carta Magna se pasa las reglas por la faja. Que priman los intereses particulares sobre los de la Nación. Y que él no es el único, pues todos sus colegas están igual de untados.
Para salir limpios y quedar bien con los colombianos, los magistrados de la Corte Constitucional leyeron un ridículo documento en el que se comprometían a hacer lo que debieron hacer siempre: cumplir las normas. "Hay muchas cosas sagradas a las que les tengo respeto, las reglas no están entre ellas", dice el personaje de House of cards.
La prueba de lo podrida que está esta Corte es que los magistrados se espían y graban entre ellos. Y en el momento de registrar algo ilegal, en vez de enviar la información a la Fiscalía, la usan para extorsionarse. Pero el fiscal Montealegre también da pruebas de que su entidad defiende intereses particulares. Solo sacó a relucir una investigación en contra de Pretelt por unas fincas en Uraba que, al parecer, eran terrenos de propiedad de desplazados por los paramilitares, para echarle más leña al fuego a pesar de que dicha denuncia se había interpuesto en el 2009.
Frank Underwood tiene en su computador archivos de todos los senadores, congresistas y personas influyentes en Washington D.C., donde lleva registro de todos sus pecados, secretos y virtudes. Usa esta información para su beneficio, para cobrar favores, para manipular en nombre de la "democracia". "Los amigos hacen los peores enemigos", asegura Underwood.House of cards es tan buena, que uno quisiera verla de una sola sentada. Frank Underwood siempre nos deja claro que es una serpiente y por eso uno siente empatía con él. A los únicos que nos cuenta la verdad y lo que piensa es a nosotros, los televidentes. Entonces llega el hastío. Vemos las noticias y no le creemos a ningún político porque después de cada declaración, no miran a la cámara y confiesan sus reales intenciones.
Escuché a Armando Bendetti el jueves pasado en Hora 20, donde además de llamar "ignorantes" al grueso de ciudadanos por no pensar como él, culpó a los medios de comunicación de la mala fama que se le están haciendo al Gobierno y a las Cortes. Con el cinismo que suele manejar dijo una frase a lo Underwood: "los senadores no estamos para ayudar a las personas". No le pararon bolas, pues pensaron que era broma. Sin embargo, es real. "El don de un buen mentiroso es hacerles creer a los demás que eres un mal mentiroso", dice Frank.
Lo que el Estado y sus poderes nos han enseñado estas últimas semanas es que están más preocupados en defender su imagen que en el verdadero destino del país. "No existe la justicia. Solo partes satisfechas", Frank Underwood.
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