Cuando murió mi abuela hace un par de años, el Alzheimer la había reducido a una personita que apenas se podía comunicar. No identificaba a nadie y sus expresiones eran impulsos emocionales -como la ternura o la angustia- que actos racionales. Gran parte de sus ahorros, si no fueron todos, se fueron en tratamientos y en costosas medicinas para retrasar lo inevitable: el deterioro del cerebro.
Entre los medicamentos que consumía estaba el Exelon, de la farmacéutica Novartis. Esta semana la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) dio a conocer que esta empresa vende sus medicamentos -especialmente este- muy por encima del precio fijado por la ley. Entre un 66% y un 509%.
En el reporte de la SIC dice que el Exelon 9 mg caja por siete parches, que debe venderse máximo por $46.727,73, era comercializado en $115.896,00; el Exelon 9 mg caja por 30 parches cuesta $200.261,70, pero Novartis la vendía por $468.363,00; y el Exelon 1,5 mg caja por 28 cápsulas, cuyo monto fijo es de $39.792,90, se ofrecía por $242.490. Un acto criminal que les valió una sanción de 3 mil 543 millones 925 mil pesos. Monto que para Novartis será como quitarle un pelo a un gato, dadas las ganancias que tuvieron dándole en la cabeza a los enfermos y a sus familias.
Pero esta no es la única farmacéutica. La SIC también sancionó el año pasado a Laboratorio Tecnofarma, Sanofi Aventis de Colombia, Outisourcing Farmecéutico Integral S.A.S., Distrifarmed, Genéricos Esenciales, Procaps, Farmasanitas, Helpharma, Laboratorio Siegfried y Laboratorio Memphis Products. Según el ente de control, estos laboratorios amasaron una fortuna que alcanza los 2 billones de pesos a costa de enfermedades cuyos índices de mortalidad son altos como la hipertensión, el cáncer, el VIH (Sida), la esquizofrenia y, por su puesto, el Alzheimer.
Pero el caso no solo se queda en las farmacéuticas. La SIC también ventiló lo del cartel de los pañales y el del papel higiénico, y esta semana el de la vigilancia. E investigan el del azúcar, el arroz, el cemento y la comercialización de ganado. Mafias de empresas que se unen para afectar al consumidor.
Cada vez que veo al superintendente Pablo Felipe Robledo salir en televisión tengo una mezcla de emociones. Por un lado me alegro de que hable duro y señale a estos hampones, por otro me da mal genio -¡qué mal genio, putería es lo que me da!- el abrir los ojos a estas infamias que solo contribuyen a un país más desigual. Y que las sanciones, a pesar de que pueden sonar altas para el colombiano del común, son absurdas si se comparan con las ganancias que obtuvieron. ¿Qué clase de compensación tendremos sus víctimas?
Este ente de control debería cambiarse el nombre por Superintendencia de Industria y Comercio Kafkiano. La SICK (enfermo, en inglés), porque cada vez que hace un anuncio evidencia lo enfermo que está este país. Reducido, sin memoria y usando pañales con sobrecostos, como llegó a estar mi abuela.
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