Volar en Colombia se ha convertido en toda una odisea. Sí, como la de Odiseo para llegar a Ítaca, hay que parar en muchos lados, hay demoras, cancelaciones... Hace dos semanas me tocó ver cómo la Policía mediaba entre los pasajeros de dos vuelos cancelados de Avianca y la gente del mostrador del aeropuerto de Palonegro de Bucaramanga. Llevaban cinco horas esperando y no los pensaban embarcar hasta cumplir con el resto de itinerarios, que ya iban retrasados.
Impotentes y llenos de rabia veían cómo nos despachaban, y entraba y salía gente de las demás salas de espera que volaban por otras aerolíneas. Alegaban conexiones con otras ciudades y países, reservas hoteleras y horas de embarques en cruceros. Ni siquiera las explicaciones de una madre que tenía a un niño de unos 4 años y a un bebé de brazos que no paraba de llorar conmovió al operario de Avianca. El tipo se quedó ahí, como una mula muerta y atravesada en la vía.
Nunca me había sentido culpable a la hora de abordar un avión hasta ese día. Esa gente tenía más derecho que yo en viajar primero. Pero el personal de la aerolínea no permitió que algunos pasajeros cambiáramos nuestros puestos con los desesperados. "Normas de la empresa", dijo una empleada.
El problema, en parte, radicó en el mal tiempo que hubo esa mañana en Bogotá. Pero el verdadero lío está en la centralización de todas las operaciones aéreas de Avianca por Bogotá.
El lío, sin embargo, no es solo de Avianca. Es de todas esas empresas que creen que todo debe pasar por Bogotá. Que allí está el desarrollo y el progreso nacional. Se equivocan. La capital de Colombia es una ciudad inviable y sin dolientes. Es corrupta. No tiene vías, no tiene orden, no es tolerante, su desarrollo es limitado y la brecha social cada vez es mayor, incrementada por las recientes alcaldadas y burradas que haga Gustavo Petro.
Allí todo son vueltas y pérdida de tiempo, como en los vuelos de Avianca. No tiene bogotanos que se duelan por su ciudad, y los líderes que allí hay buscan un beneficio particular y no general. Curioso, el último gobernante que de verdad hizo algo por esa urbe, resultó siendo un lituano: Antanas Mockus. Y el bogotanísimo Samuel Moreno, saqueó la ciudad.
Hay que dejar de ver a Bogotá como la Meca de las oportunidades. Hay que descentralizar el país y dejar de creer que ese ombligo es polo de desarrollo. Colpuertos fue un foco de corrupción e inoperancia cuando decidieron centralizar todo en esta ciudad. ¿Cómo controlar la entrada y salida de mercancía en Barranquilla y Buenaventura, cuando el primero está a 980 kilómetros y el segundo a 515?
La Federación Nacional de Cafeteros, estaba más al tanto de las necesidades de los cafeteros cuando estaba en la región. Desde que está en Bogotá la noto más interesada en abrir más locales de Juan Valdez.
Da envidia el desarrollo de Medellín, cuyo proteccionismo regional ha permitido que crezca en medio de todos sus problemas. Aplaudo que los Rolling Stones y otros artistas grandes quieran hacer sus conciertos en la capital de Antioquia y no en la fría y caótica Bogotá. Ciudad que desde hace años está sin electricidad en la torre de control y volando a ciegas.
Barranquilla también está volviendo a ser el polo de desarrollo que era, con toda su idiosincrasia y clanes familiares que puedan volverse un problema. Y el resto de Colombia, ¿qué?
Manizales permite que sus talentos se fuguen por falta de oportunidades y se quemen en otros lados. No podemos quedarnos con que este es un buen vividero. La ciudad se debe hacer atractiva con sueldos y empleos más competitivos para poder crecer, de lo contrario solo nos quedamos los incompetentes.
Mientras sigamos creyendo que Bogotá lo tiene todo, seguiremos permitiendo que esa ciudad se chupe una gran parte de los recursos humanos, financieros y de infraestructura, que podrían ser mejor aprovechados en el resto del país. En Bogotá nada funciona. En estos momentos, es la mula muerta en la carretera del progreso del país.
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