En esa explosión de bares y discotecas que se vive en Manizales, la semana pasada abrió Ay ombe, cuyo propietario es el concejal liberal Rafael Torregroza. El locutor convertido a político se vio inmerso en una polémica porque en la inauguración del local contó con el patrocinio de Aguardiente Antioqueño, de la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA) y no con Cristal, de la Industria Licorera de Caldas (ILC).
Los ataques llegaron desde la ILC y de algunos ciudadanos que señalaban el origen costeño del concejal y, al mejor estilo de Donald Trump, usaron la xenofobia en vez de argumentos.
La verdad esa polémica me vale hongo y para matarme hay otros métodos más efectivos que someterme a escuchar vallenatos toda una noche. En Manizales he visto bares que hacen sus lanzamientos con marcas de whisky, tequila y cerveza, sin que la ILC se mosquee por ello. Igual escribí hace unos meses en este mismo espacio que, como consumidor, me parecía bien que se abrieran las fronteras. Así habría mayor oferta de productos y nuestro alambique departamental se vería en la obligación de mejorar sus promociones y calidad de producto. Uno que, según expertos, tiene mucho por mejorar (http://bit.ly/2hc0MYV).
Tampoco seré tan apocalíptico como Darío Arenas Villegas, quien esta semana publicó en este mismo espacio que el Aguardiente Cristal tendría los días contados. Muchos -asustados por la avalancha de promociones, pautas y ubicación en las góndolas- creen que nos invadió la FLA, pero es natural. Vienen a abrir mercado de manera agresiva, algo que debe hacer la ILC en Medellín. Y dice que el consumo del guaro paisa es muchísimo más alto que el caldense, lo que deja utilidades para la FLA de $247 mil millones en el 2014, mientras que para la ILC en el mismo periodo fueron de $2.500 millones. Es obvio que tiene que ser mayor: Antioquia tiene una población de 6 millones 500 mil habitantes, mientras que Caldas está en 988 mil.
Lo que sí me rayó de esta polémica aguardientera es ver que el Concejo de nuestra ciudad se convirtió en nicho de dueños de bares y discotecas. Es como si con la credencial de concejal también les dieran la de Asobares. Del periodo anterior recuerdo a Hernando Marín, quien tiene una viejoteca por El Cable. También al hoy diputado, Juan Sebastián Gómez, quien además de ser líder de la barra Holocausto Norte es copropietario de Juan Sebastián Bar. Y el hoy alcalde José Octavio Cardona León, quien como concejal reportó en 2012 "las siguientes actividades económicas propias: La Sombra del Amor, discoteca en la vereda La Cabaña, dueño, 1992-2011; Hotel Kiwy, socio, 2008", empresas en las que son socios varios de sus familiares. (http://bit.ly/2gqbXyB).
Ante este panorama, quienes viven sobre la Avenida Santander y sectores aledaños a El Cable, y se quejan del ruido de estos bares y discotecas, tienen todas las de perder en el Concejo. Seguramente quienes de manera abierta son dueños o accionistas de estos locales se declararán impedidos, cumpliendo con el artículo 70 de la Ley 136 de 1994. Pero no faltan los que legislen en cuerpo ajeno para favorecer a los propietarios de estos establecimientos, ya sea por amistad o porque les financiaron las campañas.
Difícil saber quienes, pues como lo señaló el documento Régimen de inhabilidades, incompatibilidades y conflicto de intereses en los Concejos municipales de Colombia (elaborado por Transparency International, Transparencia por Colombia y UKAid) en el caso de Manizales a la hora de entregar esta información hay muchas limitantes pues "las oficinas encargadas de archivar tales documentos los negaron por considerarlos información privada de los concejales".
Bien por Manizales si siguen abriendo restaurantes, bares y discotecas. Eso mueve la economía. Pero mal que quienes estén detrás sean concejales, así tengan todo el derecho a montar sus negocios o empresas. Sobre todo ante un tema como la tranquilidad de los ciudadanos, el ruido y precaria seguridad de estos locales, problemas a los que no le han puesto cortapisas.
A Torregroza y sus colegas hay que recordarles lo que contó Plutarco en sus Vidas paralelas: "No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo".
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