Vi la foto que publicó esta semana en Facebook el representante a la Cámara por Caldas Arturo Yepes Alzate. Para los que no saben, el político yacía en un ataúd, con los brazos cruzados sobre su pecho. Pensé que era un selfie en el que Arturo quería compartir un momento de su intimidad, dormido en su cama. Como Kim Kardashian o París Hilton que, como él (y otros congresistas), son famosas, a pesar de no hacer nada.
Ese mismo día los medios internacionales dieron a conocer que el hacker que está filtrando fotos de celebridades desnudas o en los más privado de sus vidas, había regado por una red social unas nuevas víctimas, con un hombre por primera vez entre los espiados. "¡Pobre Arturo! Ahí cayó", dije. Lo pillaron echándose un motoso y pálido como sus gestiones en la Comisión Quinta, encargada de los temas ambientales, agropecuarios, tierras y demás.
La foto venía acompañada con un mensaje: "Como me quieren ver los contradictores". Morbosos. No contentos con meterse en sus aposentos, después pedirán una foto suya bronceándose en la finca La Argentina, partiendo una torta con sus aliados o, en el peor de los casos, trabajando.
Jovial y sonriente, como se le veía en sus afiches de campaña, jamás me imaginé que Arturo fuera de la onda gótica y aficionado a lo macabro. Señaló que todo se trató de un chiste que le ayudó a hacer un amigo que inauguraba una funeraria. Dicen que entre Arturo y su compañero fueron el centro de atracción del evento; incluso que tenían montado un show de magia para entretener a los invitados. El de la funeraria ponía la caja y Yepes el serrucho -uno modelo santista que tiene dientes por un lado y paleta para untar mermelada por el otro- para que lo partieran en dos.
"¡Yo lo pico!", gritó en medio del espectáculo Ómar, el hermano mayor de Arturo, que sacó su propio serrucho; uno de la línea uribista, que gustó mucho, pero se descontinuó luego de que sus usuarios terminaran en la cárcel o prefirieran la motosierra.
No se sabe bien cómo terminó la fiesta. Lo que sí se supo fue que Ómar, antes de marcharse, ubicó a alguien en la puerta, a otra en el baño, a otra en la música, a otra en el parqueadero... y a todos les pidió plata para poder irse.
Pero regresemos a la foto. Me sorprendió que la cámara haya registrado a Arturo, porque hasta donde sé los vampiros no salen en las fotos o se reflejan en los espejos. Un hecho evidente en este personaje, que nunca ha sido reflejo de la sociedad que dice representar. Si sus contradictores creen que es un chupasangre, se equivocan. Arturo no es el Conde Drácula. Tampoco es barón del conservatismo, como le dicen a su hermano. Ni siquiera es escudero de Juan Manuel Santos, o escudero de sus escuderos. Con sus fotos evidencia que no es más que un bufón.
Eso sí, un bufón con plata. Arturo quiso solucionar su metida de pata argumentando que las polémicas fotos hacen parte de un concurso que hará cada mes en la red social. Le pagó a 96 dólares (¿salen de su salario como representante, o sea, de nuestros impuestos?) a alguien que escribió que las imágenes representaban el mes de Halloween.
¡Ay, estos congresistas! No contentos con ser parte de la institución más desprestigiada del país, de permanecer bajo la lupa de la Fiscalía, la Contraloría y la Procuraduría, ahora Arturo Yepes quiere que los de Rifas, Juegos y Espectáculos, Etesa y, en nuestro caso, Edsa, le pongan los ojos encima. Lo que me indica que Arturo no es una celebridad como Kardashian, tampoco un animal político como su hermano, mucho menos un vampiro. ¡Ya sé, es un zombi! Se mueve por impulsos y carece de cerebro.
Doctor Yepes, ¿dónde reclamo mi premio?
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