El periodista mexicano Jorge Ramos se salió del protocolo de la rueda de prensa realizada en Iowa para preguntarle al precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, cómo iba a hacer para sacar adelante su plan migratorio. Si iba a construir un muro en la frontera con México, expulsar a los 11 millones de indocumentados que viven en ese país y negar la ciudadanía a los nacidos en esa nación y que son de familias de inmigrantes. La respuesta de Trump no pudo ser más clara. Envió a uno de sus guardaespaldas -un corpulento gorila de dos metros de alto- para que sacara a Ramos a empujones del auditorio. Así es como el magnate planea "limpiar" a los Estados Unidos: a las malas. Sí, al periodista se le permitió regresar y hacer sus preguntas, pero ya el ambiente estaba enrarecido. El soberbio candidato se burlaba de él y ya lo que dijera o cuestionara el mexicano pasó a un segundo plano. Los hechos pudieron más que las palabras.
Preocupa entonces que mientras más xenófobo, altanero y radical se muestre Trump, más popularidad gana en la intención de voto. Su discurso de propaganda despierta los temores de la gente para hacerlos caer en el juego de los estereotipos -"los negros roban", "los latinos son perezosos o narcotraficantes", "los asiáticos son sucios", "los musulmanes son terroristas"-. Además, votarían por este déspota solo por ver si es capaz de hacer el trabajo sucio que tanto promete, y si esto solucionará realmente sus problemas. La curiosidad puede más que la sensatez.
El pasado 18 de julio el periodista estadounidense Joshua Krause publicó un artículo titulado ¿Por qué algunas personas se someten a los tiranos? (http://bit.ly/1UijmcZ), en el que expone varios estudios psicológicos y llega a la conclusión de que la tiranía es mucho más fácil de sobrellevar que la libertad. "Significa renunciar a la ardua labor de tener que tomar decisiones".
El problema es que cuando estos personajes toman ventaja ya no hay quién los pare. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, tiene encerrados a sus opositores, se la pasa buscando complots en su contra y ahora somos nosotros los culpables de todos los males que vive Venezuela. Tira por el suelo la diplomacia, las leyes y los tratados internacionales, para expulsar a los colombianos de su país y demoler sus casas. Los persigue, los marca, los amenaza. La frontera ya se está militarizando en ambos lados. Suenan himnos y se ondean banderas. Solo falta la excusa -un tiro de fusil que se escape y un muerto- para que se arme Troya.
Un déspota como Hugo Chávez, que aprovechó el alza del petróleo para fomentar su popularidad y comprar conciencias y aliados, le heredó el poder a un ególatra bruto. Tan imbécil será que, como Adolfo Hitler, niega sus orígenes para creerse "tan bolivariano como Bolívar". El tirano alemán que acabó con 6 millones de judíos era de ascendencia judía por su lado paterno, y Nicolás Maduro nació en Colombia (como lo reportó el investigador Nelson Ramírez Torres), y su familia por parte materna es del Norte de Santander. La debacle de Venezuela es culpa del populismo que por años han manejado. Actualmente esa nación tiene una generación de mantenidos, jóvenes que no quisieron educarse o trabajar porque la política bolivariana les daba todo, siempre y cuando salieran a marchar y oír sus discursos. "La especie humana siempre se tambalea al borde del abismo de la tiranía, porque hay una debilidad inherente en nuestra especie", dice Krause. En el caso de Venezuela, fue el conformismo y la comodidad de haberlo tenido todo. Hoy no tener ni con qué limpiarse el culo.
Da miedo pensar en lo que pueda terminar esa tensión en esa frontera marcada por la iniquidad, la intolerancia, el contrabando, la corrupción, las bandas criminales y la guerrilla. Los políticos aprovechan para hacer populismo y ganar votos en esta temporada de elecciones (¿cuántas cédulas nuevas expedirán y registrarán a última hora en Cúcuta?). Ayer por las calles vi a muchas personas con la camiseta de la Selección Colombia puesta como símbolo de patriotismo y orgullo. No sé de dónde salió esa iniciativa, pero el nacionalismo exacerbado tampoco es bueno. Como dijo el escritor ruso Aleksandr Solzhenitsin, "Un estado en guerra solo sirve como excusa para la tiranía doméstica".
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Ya que hablo de déspotas, qué tan absurda fue la decisión del procurador Alejandro Ordóñez de querer prohibir las demostraciones de afecto en los colegios. Nada de abrazos, besos o caricias. Solo una mente muy sucia puede pensar que esto acabará con la sociedad o los valores. Después prohibirá que los estudiantes coman banano o que se vendan cucas.
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